Héctor Luna Troccoli

Sería largo y posiblemente inútil analizar nuestros últimos cien años de historia porque toda esa suma de tiempo estaría cargada de dolor y desesperanza.

Hace tres días celebramos los 70 años de la única gesta histórica que puede salvarse en nuestra patria. No me refiero solo a los grandes logros que trajo la Revolución de Octubre que se prolongó por diez años hasta que los gringos comandados por Eisenhower y los hermanos Dulles pusieron unos monigotes a quienes dieron rifles viejos e invadieron el país. Y lo que el Ejército no pudo hacer, lo hicieron un grupo de patojos el 2 de agosto de 1954 cuando pusieron de rodillas a la mal llamada “Liberación” y fueron traicionados por un cura que los entregó imitando a Judas que por 30 monedas entregó al Buen Maestro llamado Jesucristo.

Esta fue la contingencia memorable y agradable para millones de guatemaltecos aunque ahora, muchos fariseos e incapacitados mentales traten de desprestigiar esos diez años inolvidables.

La Revolución de Octubre, decía, no solo dejó conquistas sociales, dejó el ejemplo más valioso e importante y paradigmático para un país dividido, saqueado y asesinado: que ante una causa que conlleve principios morales y éticos elevados todos nos podemos unir, como lo hizo el Ejército y los estudiantes, obreros, campesinos, en el 44. Eso, lamentablemente no creo que vuelva a ocurrir porque los que fueron protagonistas de esa gesta ya murieron y su ejemplo no fue recogido por nadie, sino pseudogrupos de pseudo sindicalistas y pseudoestudiantes que creen que con hacer pintas y gritar insultos conmemoran este valioso lapso de Guatemala.

Estoy seguro que si el doctor Juan José Arévalo, el Coronel Jacobo Árbenz y tantos otros vivieran y comprobaron el estado actual de la nación volverían a armarse con su voz de fuego y su fusil del reclamo justo para terminar con estas bandas que hoy nos dominan. Y yo estaría con ellos…

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