Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Da la sensación de que desde hace varias semanas en el Partido Patriota se perdió la calma y tras la proclamación de su candidato Alejandro Sinibaldi se les vino encima una serie de acontecimientos que les han provocado una enorme desesperación. La sanción del Tribunal Supremo Electoral, supuestamente controlado mediante acuerdos políticos, se produce cuando desde el extranjero llegan noticias inquietantes sobre procesos contra personas que han sido públicamente vinculadas con la misma Secretaria General del partido y Vicepresidenta de la República. Esos factores conjugados crearon una tormenta que hizo buscar al más acérrimo enemigo, al partido de Baldizón, para acelerar la conformación de un poder judicial que pudiera aplacar las desventuras que se estaban percibiendo. Ni Patriotas ni Lider midieron el impacto que esa tenebrosa componenda tendría en la opinión pública porque fue la guinda que hacía falta para dejar en evidencia, sin lugar a duda alguna, el proceso de conformación del poder judicial y el secuestro de la justicia en el país. El resultado de la desesperada medida del acuerdo con sus peores opositores fue peor que la enfermedad.

Luego de la solicitud de antejuicio contra el diputado Gudy Rivera y de la incertidumbre sobre el futuro de las Cortes, Baldizón y sus huestes midieron el impacto de esa insólita alianza y decidieron que tenían que marcar inmediatamente distancia con los alicaídos Patriotas. Nada mejor que la integración de la Junta Directiva del Congreso para propinar un golpe público que ayudará a que la gente olvide la tenebrosa acción anterior.

Y, otra vez, el oficialismo se deja llevar por la desesperación y no se les ocurre nada más que intentar un mal remedo de aquel jueves negro impulsado por las huestes de Ríos Montt. Una turba que no pudo ocultar su afiliación fue llevada para impedir los accesos al Congreso de la República a fin de impedir una sesión en la que el Partido Patriota iba a recibir una severa marimbeada. Todo les salió mal porque no pudieron impedir el ingreso de los opositores, pero éstos sí que pudieron evidenciar el origen de la turba que agredió a varios diputados.

Lo que parecía estar bajo control hasta hace unas cuantas semanas, se les empieza a desmoronar, por mucho que encuestas pagadas intenten levantar la figura de su candidato.

En política, como en la vida, el que se enoja y desespera pierde y eso les está ocurriendo ahora a los oficialistas que han perdido la serenidad y, además, pueden perder muchas otras cosas si permiten que la pasión le gane a la razón.

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