Eduardo Villatoro
Comencé a leer la habitual columna de Álvaro desde que se inició en esa labor, posiblemente porque percibo ciertas coincidencias entre ambos, aunque también me solazo con los textos de un ultra conservador fascista que le agrada lamer las botas de quienes nos oprimen, por la cadena de sandeces que repite todos los miércoles.
Pero volviendo al reporte que me interesa comenzaré como manifestar mi desacuerdo con la expresión de Vásquez en torno a que se puede lograr una revolución pacífica. Si nos atenemos al significado ortodoxo del concepto, una revolución se caracteriza por ser de izquierda, de contar con líderes y masas a ciudadanos de la clase popular (aunque han ocurrido movimientos revolucionarios encabezados por intelectuales, burgueses, militares), ser de tendencia progresista, por supuesto, y de naturaleza violenta; no pacífica.
Al parecer, lo que propone Álvaro, como yo mismo lo he expuesto, en Guatemala es determinante un movimiento colectivo heterogéneo, en el sentido de que participen grupos y personas de izquierda democrática; derecha ilustrada y tolerante; pequeños, medianos y grandes empresarios honorables; obreros, campesinos, profesionales y todo aquel que sea ajeno a partido político alguno, y que persigue una reforma integral para renovar globalmente el modelo político, social y económico imperante, y que, básicamente, en los cambios pacíficos no deben ser alentados y ni siquiera puedan participar en su proceso los políticos y sus aliados del crimen organizado ni sus financistas, para evitar que se repitan las maniobras, chanchullos, trinquetes y tranzas de los actuales propietarios de las organizaciones políticas, a fin de evitar que sean ellos mismos los que escojan e impongan a sus compinches, de cualquier tendencia.
Otro elemento planteado por Vásquez es que el movimiento que por el momento él representa, no persigue pactar con los remanentes de la derrotada insurgencia aglutinados con la incoherente coalición URNG-Maiz, sobre todo porque los dirigentes de esa desacreditada plataforma ya tienen los nombres de sus candidatos a diputados del listado nacional y no sería extraño que hubiesen elaborado sus listados de aspirantes a parlamentarios al Congreso y al Parlacen, al mejor estilo de astutos, pícaros y mañosos caciques de la derecha.
Un elemento que sobresale en la entrevista es que al rearticurlarse a la vida política y social, después de la firma de los Acuerdos de Paz, líderes y cuadros medios de la insurgencia se dedicaron, por un lado, a pactar con gobiernos de derecha, por supuesto, y, por el otro, abandonaron sus bases sociales, y de ahí, agrego de mi parte, el descalabro de la izquierda radical en los procesos electorales.
Algunas organizaciones, como los pueblos indígenas -enfatiza Álvaro Vásquez- quedaron cobijando mucho resentimiento después de la guerra porque, más que sentirse, se demostró que fueron utilizados por la dirigencia de la URNG, de suerte que surgió un previsto rompimiento entre ese agotado partido marxista y las organizaciones sociales, no necesariamente comunistas, como se les quiere endilgar.
(El escéptico exinsurgente Romualdo Tishudo expresa: -Con respeto al joven exponente de la nueva izquierda, presumo que si participan en las próximas elecciones sólo van a quedar en ridículo. Sería mejor agrupar un movimiento social que promueva desde fuera de la política partidista los profundos e integrales cambios pacíficos de las caducas estructuras del país, aprovechando el agotamiento del sistema).