Lic. Douglas Abadía Cárdenas
douglas.abadia@gmail.com

La falta de experiencia en el debate democrático, la débil formación que poseen los dirigentes, y las barreras que dificultan el acceso a información hacen que la mayor parte de organizaciones y partidos políticos se inhiban de participar de manera informada y propositiva en el debate público, con esto faltan a su principal punto de funcionamiento, el servir de vía de comunicación entre el Estado y la sociedad.

Otro elemento importante es la capacidad de diálogo y de construcción de propuestas. Al igual que sucede en el sector privado, la ciudadanía organizada está acostumbrada a dialogar y negociar pensando en juegos de suma cero, donde la existencia de una ganancia presupone la existencia de un perdedor, este nivel de diálogo se repite en iguales circunstancias y con semejantes o peores resultados en la relación entre partidos políticos, o entre éstos y otras instituciones.

Parte del proceso de concertación debe contribuir a la transformación de esta manera de pensar y promover un aprendizaje colectivo, desarrollar la percepción de que se trata de la negociación de soluciones en las que todos obtendrán beneficios y no solo en percibir el mejor rol protagónico.

Es indispensable que la ciudadanía organizada contribuya en la consolidación del sistema de partidos políticos. Estos son el foro por excelencia para discutir la conducción del Estado desde la perspectiva general, sin atender a intereses específicos, sino a la voluntad social en general. El hecho de que no hayan siempre cumplido con este papel no significa que dichos escenarios no deban existir. Más bien si desaparecen, morirá un espacio de representación ciudadana que es fundamental en la democracia, el espacio donde se lucha por alcanzar el bien común y no solo el de un grupo de interés particular. Esto se debe a que otras formas de representación ciudadana tienden a poseer dos tipos de limitaciones:

* Solo expresan la voz de un grupo de interés.

* Tienen problemas para representar a la ciudadanía pues no son electos en procesos democráticos representativos.

Los partidos políticos muchas veces pueden reproducir estas dos limitaciones, pero no es algo que se haya definido así por su naturaleza, sino más bien por su práctica.

Los elementos analizados permiten concluir que la debilidad de los partidos políticos contribuye al deterioro de la democracia y a la fragilidad del Estado de Derecho.

Por ello, la ciudadanía debe formar parte de ellos activamente, y de esta manera fortalecer el proceso partidario en el paísi.

(Endnotes)
1 (1) PNUD. Agenda para el desarrollo humano. 2003.

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