Miguel Saquimux Contreras
miguelsaquimux@gmail.com
Antes que nada, debe aclararse que todos y todas poseemos una ideología, aún en el caso donde se afirma que alguien no tiene ideología, eso significaría que su ideología es no identificarse con ninguna. Esto es cuando la ideología la abordamos desde la perspectiva más simple, al asumir que es el conjunto de ideas y la interrelación que pueda surgir entre las mismas.
Lógicamente, para fines de esta publicación, nos referiremos a la ideología política específicamente, puesto que, se trata de evidenciar la debilidad que en este renglón poseen los partidos políticos en Guatemala. Entonces, desde este enfoque debe anteponerse lo ético, seguido de los principios, pero fundamentalmente aseguraría que de los aspectos que deberían prevalecer es el que se refiere a todo lo que pertenece a la doctrina.
En este contexto, al hacer memoria de lo que fácilmente ha ocurrido en las últimas tres décadas en el país, denotaremos que cada vez los partidos políticos y sus militantes, se encuentran más distantes de los fundamentos doctrinarios de los cuales deberían hacerse acompañar, mismos que tendrían que regular el pensamiento y la lógica de las propuestas de solución para este país. Entonces, al pensar en ello, nos daremos cuenta que unas 4 o 5 décadas atrás esto era muy distinto, a lo que muchos atribuyen que el factor que determinó esas definidas posturas ideológicas y hasta cierto punto extremistas, fue la guerra fría y sus influencias en todo el mundo.
Todo ha cambiado en la actualidad, la guerra fría pasó y tal vez no desapareció, sino más bien mutó en otra forma de disputas del mundo, pero al final afectó en forma directa a muchas de las esferas de la vida de los países. No debe pensarse que lo óptimo es conservar los extremismos de la guerra fría ni oscuramente defender todo lo contraproducente que ocasionaron esas situaciones, sino más bien, únicamente debe tomarse como referencia la identificación ideológica que prevalecía en el sistema en esos años.
Ahora hay partidos que se autoproclaman como socialdemócratas, de izquierda, progresistas, y hasta se escucha el término de la “derecha moderna”, entre otras mezclas más. La oferta electoral incluye de todo, pero, los dedos de la mano sobran al momento de identificar partidos que tienen su correspondencia con alguna doctrina, mucho menos pensar que sus propuestas se respalden con argumentos doctrinarios.
Entonces, si los partidos desean formar verdaderos cuadros y dejar de ser un vehículo electoral que cada 8 o 12 años cambian de nombre, deberían de empezar por definir sus posturas doctrinarias, y construir sobre eso sistemas que propongan soluciones coherentes para el país.







