Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

En el país, no se vislumbra un cambio real en ninguna de las instituciones del Estado, y la cosa empeora día con día, sin que exista interés alguno por modificar las pequeñas y grandes cosas, la sensación general es que se agotó el modelo de Estado que tenemos, y que debemos modificarlo o regenerarlo, aunque existan grandes resistencias, la corrupción, falta de interés, o acomodo, pero principalmente la primera lo agotó, aunque el mismo sea muy joven.

El problema mayor estriba a mi criterio, es que no es solamente el modelo de Estado que tenemos estructurado, el que se convirtió en un monstruo de mil cabezas, o el último círculo de Dante, sino que las personas, que se han apoderado del mismo, no desde hace dos o tres años, podríamos mencionar que después de la revolución, no tienen conciencia siquiera de lo que significa bien común, probablemente el concepto que han manejado es bien propio, y ahí precisamente se encuentra el divorcio letal entre la democracia, y el modelo de la misma que tenemos.

El problema del país, es de personas, quienes son el cimiento de las instituciones, las que pueden ser en teoría nobles, pero el individuo las prostituye, desde que encuentra recovecos en ella para poder darle un sentido diferente, apropiándose para sí mismo, de lo que pertenece a la comunidad generalizada.

Si analizamos el panorama en general, encontraremos pocos personajes que pudieran darle una bocanada de aire fresco a un Estado podrido desde sus cimientos, pero ¿Vale la pena tirarse al ruedo si son cien toros contra un torero? No, porque la batalla está perdida antes de principiar.

Por lo anterior, debemos insistir hasta que no podamos más, en cambiar el modelo, e impulsar personas diferentes, ya que de un sistema altamente colapsado solamente podemos tomar de él lo poco bueno que tengan y reiniciar otro, lucha que llevará años, demasiados quizás, pero no existe nada imposible, todo es susceptible de cambio, no nos podemos perder en el túnel, alguna lucecita por minúscula que sea, debemos encontrar.

En todas las instituciones encontramos personas honestas, pero aparentemente son las menos, según he observado, el problema mayor no está en los medios bajos, sino que en los mandos altos, en los medios altos y en la estructura base de las instituciones, con sus honrosas diferencias, naturalmente.

Parte del problema se encuentra en el individuo mismo, quien por diferentes factores, como pobreza, avaricia, codicia, necesidad de ser parte de una élite en la que no nació, y a la que no podrá acceder jamás, porque ya está completa, pero se conforma con estar en el patio trasero de la misma, entrega lo único que no debería entregar y es su esencia, cuando la misma se pierde, difícilmente se recupera, y si se logra, regresa muy lastimada.

Es urgente y necesario, darle vuelta a la tortilla, en que se ha convertido el Estado en su conjunto, proceso que nadie puede parar, pero que llevará demasiados años, ya que no existe nada, ni siquiera la corrupción que no tenga un declive, no puede ir para arriba interminablemente, llega un momento en que cual globo tiene que estallar, y viene su caída, probablemente muchos no lo veamos, esperemos que por lo menos el principio sí, ya que es tanto el peso que ha llegado a tener dentro del sistema, que no se puede aguantar a sí misma, por más tiempo del que la generalidad la pueda soportar.

Que no somos los únicos es cierto, pero no debemos conformarnos más, con una enfermedad que está minando al Estado, ya que la misma tiene cura, y la cura la encontramos en nosotros mismos, nuestro entorno, pero yendo más allá, en exigir ese cambio que necesitamos, porque de no exigirlo, somos cómplices por omisión de esa fetidez que no soportamos más.

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