Jorge Mario Andrino Grotewold
Más allá de la sorpresa de contar con un joven exfutbolista como nuevo administrador de las políticas y planes de este Ministerio, múltiples interrogantes quizá más importantes que su designación surgen, oportunamente o no, sobre la situación de la cultura guatemalteca, su promoción, incentivo y protección. Y en cuanto al deporte se refiere, identificar las competencias correspondientes para deslindar las múltiples entidades públicas que se dedican a promover estos campos y quizá así determinar si su existencia es suficientemente o no justificada como para subsistir en el aparato estatal.
En el ámbito cultural, hay todo un conglomerado de naturaleza ancestral que muy pocas personas tienen autoridad profesional para conocerla, empezando por el reconocimiento de la riqueza multicultural del país, y los graves riesgos que tienen varias comunidades no sólo de la desaparición de sus costumbres, idiomas, tradiciones, sino además de las amenazas que enfrentan por aspectos como el subdesarrollo, el cambio climático o las inversiones extranjeras que dañan el ecosistema y que no alcanzan a mejorar ni el hábitat ni la sociedad en la que viven. Este conglomerado social, respaldado por alguna normativa Constitucional e internacional en materia de derechos humanos, ha pasado a ser lo menos posible protegida de su entorno cultural, y se ha explotado únicamente como un perfil turístico, olvidándose que estas formas de vida ancestrales tienen una raíz tan profunda como la propia creación de la civilización maya. Ninguna de estas comunidades reconoce al Ministerio de Cultura como una entidad de respaldo. Al contrario, la identifican como una burda maniobra del Estado para hacer visible por nombre, pero sin aplicar, evaluar o implementar políticas culturales que valoren y promuevan a sus próximas generaciones. ¿Lo sabrá o entenderá el nuevo Ministro?
También subsisten otros aspectos que son herencia de la cultura española impuesta durante la época de la colonización, y que al pasar de los años se convirtieron en parte de esa cultura mestiza que la población tiene. Dentro de estas se encuentran las artes musicales, las artes escénicas, las artes culinarias inclusive, o bien las llamadas artes mayores que engloban letras, pintura, escultura y arquitectura. Estas artes, aisladas casi por completo para recibir algún apoyo, requieren la atención de las autoridades, para que una Orquesta Sinfónica, un Teatro Nacional o un Conservatorio de Música puedan ser apoyados, actualizados o desconcentrados hacia áreas no urbanas, donde la educación de estas artes es casi nula y el desconocimiento es tan abrumador, que da pena inclusive incluirlas en las estadísticas que tanto el INE desarrolla o bien el Ministerio de Educación cuando evalúa. Mejores sueldos, mejores condiciones y mejores escenarios de trabajo. Esa es la gran expectativa.
Y en el deporte, la tan importante definición de las competencias entre una Confederación Deportiva Autónoma, un Comité Olímpico Guatemalteco, una Dirección de Educación Física (dependiente del Ministerio de Educación), los programas de deporte orientados a la salud física (que a veces ejecuta el Ministerio de Salud), y lo que se conoce en el actual Ministerio, que en lugar de ser rector de estas actividades, entrega pelotas, organiza campeonatos deportivos y regala uniformes. Ojalá el Ministro tenga mejores ideas que sus antecesores, a quienes este tema no sólo les era ajeno, sino tampoco les importaba mucho.
Las políticas públicas en estas materias –Cultura y Deportes– se convierten en trascendentales para cualquier sociedad, pero deben ser no sólo priorizadas a nivel de presupuesto y de acción política sino, además, deben contar con la estrategia y nivel de coordinación con otros Ministerios como los de Desarrollo Social, Educación, Economía, Trabajo; los gobiernos locales y las organizaciones sociales o comunitarias todos son importantes a este nivel. A ver si el Ministro en quince meses puede al menos arrancar con esta ruta ideal, o pasa a ser el “cliché” que todos dicen que es.