Ramiro Mac Donald

El 15 de septiembre se ha convertido en un espectacular y curioso festival, que pone de manifiesto un extraño patriotismo, al mezclar desfiles cívico-militares (amenizados por bandas marciales) encabezados por jovencitas malabaristas (batonistas) que visten incitantes trajecitos resplandecientes, por un lado. Y por el otro, la realización de una chapina versión de marchas cívicas-deportivas cargando antorchas que salen del Obelisco hacia los establecimientos educativos, tanto nacionales como privados, y muchos hacia el interior del país y que algunos recorren grandes distancias. Ambas celebraciones tienen un tinte netamente militar: el desfile de jóvenes con burda imitación posmoderna de uniformes militares multicolores y el otro representa una marcha con destellos deportivos. Y ambas expresiones colectivas son adornadas con millares de banderas nacionales por todos lados.

Según el semiólogo Victorino Zechetto, la Revolución Francesa y Napoleón fueron los responsables de haber introducido en el mundo moderno, muchos buenos conceptos, entre los que se puede señalar la imperiosa necesidad de convertirnos en una sociedad basada en el respeto a los derechos ciudadanos. Pero también, señala Zechetto, se incorporó la necesidad de instalar los llamados “Ejércitos Nacionales” como mecanismo de “movilización masiva” (levée en masse) de ciudadanos para la guerra. Y pronto las guerras fueron convertidas en movimientos patrióticos, en tanto para diferenciarse, en cada destacamento ondeaban muy alto las banderas nacionales, con el objeto de ser divisadas desde muy largas distancias. Esta fue la forma que permitió elevar a la categoría ideológica, la importancia de tener un ejército nacional y de paso (construir un concepto nacionalista) que se puede atribuir a la costumbre militar de ondear la bandera como pendón (en el frente de guerra) junto a las insignias patrias, para distinguirse de otros campamentos. La altura de colocar las banderas fue una idea accidental, pero resultó determinante. Esta costumbre de crear ejércitos locales, originada en la Francia Revolucionaria, fue trasladada a los demás países que la asumieron a plenitud y desde entonces se considera al ejército como una necesidad. Y de paso, honrar las banderas adquirió un carácter patriótico.

Las celebraciones del 15 de septiembre se han venido abriendo paso poco a poco, como dice Zechetto, y se han ido imponiendo. Pero lo curioso del caso, es que se desarrollaron bajo un paradigma militarista que poco o nada de civismo deja a la juventud. Hoy la mayoría de guatemaltecos consideran normal la festividad del 15 de septiembre, que no es la verdadera fecha de emancipación política de España –según los más serios investigadores– y la mayoría considera que la presencia de la bandera nacional en sus autos, en sus oficinas, en sus casas… representa un símbolo de nacionalismo, que basta y sobra como motivo de fiesta. Esta y otras señales militaristas fueron adoptadas como válidas y las hemos codificado socialmente como parte de las más íntimas muestras de nacionalismo, aunque no tengan fundamentos patrióticos ni verdaderamente de amor a la tierra que nos vio nacer. (El patriotismo se puede manifestar de mil formas distintas). Pero es un paradigma militar que han aceptado ya, la mayoría de guatemaltecos para quienes marchar el 15 de septiembre, adornar sus casas y centros de trabajo con banderitas azul y blanco, significa ser nacionalistas… así como desfilar con antorchas y meterse en un chocante uniforme y tocar en una banda de corte militar. En la escuela se promueven esos elementos distorsionados de identidad nacional, incluso muchos se congracian con los miembros del ejército que cada fiesta de independencia, salen a las calles a mostrar su armamento bélico para ser aplaudidos popularmente.

El ejército puede considerarse insustituible, dice Zechetto (y hasta eterno) con la aureola de nacionalismo que tiene hoy en día, aunque él –como humanista– apela a un mejor entendimiento de la defensa del territorio nacional, que no sea de tipo belicista, porque existen otras renovadas alternativas. El problema es la falsa construcción social que se ha hecho del ejército como institución, que como bien han dicho respetados sociólogos, es un paradigma de pensamiento… creado en un momento histórico. Algún día, cuando cambie el contexto, cambiarán estas ideas y los guatemaltecos aprenderán a festejar a su patria de manera más cívica…

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