Resulta que ayer fue presentado el listado de 26 candidatos tras haberse hecho toda clase de llaves entre los grupos para repartirse el botín entre quienes tenían la orden de controlar la integración de la corte y dejaron, al final, la clara e indiscutible muestra de que el modelo de Comisiones de Postulación ha mutado completamente hacia la práctica de los poderes ocultos en defensa de los beneficios de cúpulas particulares.
Que esta penosa práctica de la imposición sea la última vez que se nos presente a los guatemaltecos porque ha sido la burla de utilizar un método que buscaba la transparencia, como el vehículo en el que se comete el secuestro de la justicia. No podemos ya seguir con esta figura aun cuándo se acaben algunas universidades con esta decisión, porque fueron fundadas solo para votar en el proceso de selección.
Pero ahora cae la lista en los diputados. Aquellos que no conocen ni siquiera lealtad a los partidos políticos que les nominaron a cambio del dinero para sufragar campañas; los mismos que son ejecutores a detalle de sus propias obras con sistemas que como el Pacur les permite hacerse constructores en lugar de legisladores; a quienes llegan al Congreso a levantar la mano para votar o a estirarla para cobrar, pero que no generan propuestas de ley, trabajo en las comisiones o, al menos, aquellas exposiciones de talento en el uso de la palabra en el pleno Legislativo.
Esos personajes, a quienes les encanta que les digan “dignatarios de la Nación”, son los que tienen en sus manos el voto final para los que integrarán las Cortes con las que la impunidad se fortalezca o la Justicia encuentre un respiro. Y la gran duda es cómo hacer para encontrar la fórmula por la que 158 integrantes de ese Congreso actúen como que recordaran que hay ciudadanos a los que se deben y a los que “representan”. Lamentablemente, ni ellos se acordarán ni los ciudadanos lo exigirán. Ojalá, estemos equivocados.