Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero nadie cuestiona que con rarísimas excepciones, ese Ministerio ha sido más folclórico que eficiente y que el Estado carece de una política para promover realmente la cultura y aprovechar la diversidad que en ese campo ofrece nuestro carácter multiétnico. Entre Batzín y el futbolista no hay en realidad más diferencia, otra vez, que en el tamaño de los actores, pero como resultado no se puede esperar ni algo más ni mucho menos porque ya la dependencia está no sólo desprestigiada sino descalabrada.

Cito el ejemplo de la Cultura porque lo mismo nos pasa con todos los problemas nacionales. Nos ocupamos de algunos casos de corrupción y nos enerva ver que el mismísimo Ministerio Público pide que se archive la causa contra el alcalde Arnoldo Medrano, pero no reparamos en el carácter estructural que tiene ese vicio y cómo Guatemala se ha convertido en un Estado fallido para todo, menos para producir millonarios en esa coalición existente entre empresarios y políticos para alzarse con los recursos públicos.

Por supuesto que es más entretenido bajarle el cuero a Medrano o debatir sobre la ausencia de ejecutorias del nuevo Ministro de Cultura que hablar del debilitamiento institucional del país que produce ese tipo de fenómenos porque los que formalmente y tras bambalinas ejercen el poder están ocupados en sus asuntos, relacionados con el incremento de sus fortunas, y no tienen tampoco tiempo, como no lo tenemos los ciudadanos, para pensar en los asuntos de Estado.

En otras palabras, si no tenemos una política nacional ni para la promoción de la cultura o el deporte, lo mismo da, literalmente, que al frente de la cartera esté Chana que Juana porque ya sabemos que quien llegue tendrá que cubrir la cuota que se asigna a los altos funcionarios para que puedan comprar pelotas o uniformes con abundante moco, lo que le asegura el derecho a quedarse con el excedente.

Y despotricamos contra los sucesos del día a día, como si con denunciarlos y atacarlos fuéramos a resolver el problema enorme de un sistema eficientemente diseñado para asegurar la impunidad en el saqueo de los fondos públicos y que está a punto de blindarse mediante la conformación de un organismo judicial puesto, más que nunca, al servicio de la impunidad.

El país se está hundiendo y dentro de poco llegaremos a un punto sin retorno del debilitamiento institucional. En eso tenemos que centrar la atención y ello es lo que nos debe preocupar.

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