Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero sinceramente hablando, si Guatemala fuera el Lázaro del Evangelio, y tras escuchar la instrucción de la Vicepresidencia para decirle a la sociedad “levántate y anda”, seguramente que se rompe el hocico al nada más soltar las muletas porque no tenemos la menor voluntad para atacar los problemas estructurales que tienen que ver con la impunidad. Ni la señora Baldetti puede hacer el milagro de hacer que andemos sin muletas, ni nosotros tenemos la capacidad de actuar sin ayuda frente a la forma en que se ha afianzado el control del poder judicial que impide la correcta aplicación de la ley.

Baste ver lo que está pasando con las Comisiones de Postulación para darnos cuenta que estamos a años luz de alcanzar esa capacidad de enfrentar sin ninguna ayuda el problema de la impunidad. Por el contrario, yo sostengo que la CICIG vino a unir graníticamente a todos los poderes ocultos que ya no se tienen ni asco ni recelos entre sí, sabiendo que dispersos comprometen sus privilegios y pueden dar lugar a que se “infiltren” jueces y magistrados probos que no estarían a su servicio.

No me sorprende en absoluto que el capitán Byron Lima diga que no se debe prorrogar el mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, pero me deja estupefacto que tras los hallazgos concretos que se dan precisamente en el caso del control de los presidios del país por los reclusos, contando inevitablemente con la complicidad de las autoridades del Sistema Penitenciario, el Presidente, la Vicepresidenta y el Ministro de Gobernación recurran a variados argumentos, a cual más creativo, para anunciar el fin de la era de la CICIG. Aunque sólo sea para salvar la imagen y evitar suspicacias sobre la relación que pueda haber entre las más altas esferas y el recluso Lima Oliva, debieran por lo menos callar para no despertar un justificado recelo no sólo de la opinión pública local sino, sobre todo, de la comunidad internacional. Porque ya sabemos que nuestra opinión pública es poco beligerante y hace gala de indiferencia y conformismo, pero no pasa lo mismo con quienes desde afuera ven el proceso guatemalteco con algún interés.

Si tan de al pelo fuéramos, como para levantarnos cual Lázaro y andar sin muletas ni apoyo, hace rato que se hubieran destapado cloacas apestosas que todo mundo sabe que están allí, como el dinosaurio de Tito Monterroso. Quién ignoraba lo de presidios y, sin embargo, se aguantaba. Quién ignora la corrupción, y sin embargo se aguanta. Quién ignora el contrabando, y sin embargo allí está. Quién ignora que aquí se compra la presidencia, y sin embargo la gente vota. ¿Realmente podemos y queremos andar como Lázaro?

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