Francisco Cáceres Barrios

En los bloqueos de rutas que a diario debemos padecer los guatemaltecos hay intereses creados. Eso cae por su propio peso. Cada vez es menor el número de bloqueadores. Si mucho una docena son los que se ponen la tarea de llevar piedras de regular tamaño, cortar árboles o ramas de los mismos y con un par de haraganes que se sienten a medio camino es más que suficiente para armar la de padre y señor mío. ¿Qué les importa, si ellos lo único que persiguen es satisfacer sus propios intereses, sin ser elementos productivos responsables obligados a llevar el pan nuestro de cada día a sus hogares? Esto último, es precisamente el arma que emplean sus financistas, sonsacando a un puñado de ignorantes, comprando su haraganería y deseos de ganar dinero fácil sin necesidad siquiera de convencerlos del porqué de la violación al derecho ajeno. Su misión: ¡Fastidiar a todo el mundo aunque no tengan vela en el entierro!

El Estado fallido y los intereses son el trasfondo de nuestra anarquía, indolencia, corrupción e impunidad. Todo se maneja a base de intereses que en sí no tuvieran nada de malo si al menos persiguieran objetivos nobles, loables, sanos y de beneficio colectivo. Todo aquello que impulsaron las manifestaciones populares que contribuyeron a derrocar la tiranía ubiquista, solo para citar un ejemplo, pasaron a formar parte de la historia. Ahora, lo que importa es que los dirigentes de movimientos populares satisfagan sus propios intereses y si hubiera alguien que dude de lo anterior, basta y sobra pasar lista de los logros conseguidos por quienes dicen protestar y ejercer sus derechos de manifestación para mejorar la educación escolar, los servicios de salud, la eliminación de la hambruna o las condiciones laborales de quienes con su trabajo honrado son motores vitales de nuestra productividad.

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