Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Este término se aplica también para grupos o individuos que practican el ascetismo con lo cual buscan reducir los placeres materiales con el objetivo de buscar la purificación del espíritu. Sin embargo, no se trata de una vida extrema, de manera llana se plantea dar prioridad a la vida, al ser humano, a las relaciones interpersonales y oponerse al consumismo ilimitado.

El minimalismo se aplica a la arquitectura, escultura, pintura, la música, es decir todas las artes, incluso la de vivir. Everett Bogue, autor del libro el “arte de ser minimalista”. Nos dice en el mismo que al desconectarnos del consumismo, encontraremos paz, felicidad y libertad. Lo contrario de ser minimalista es ser maximalista, lo que consiste en el desorden, en la cantidad sobre la calidad y en un bajo nivel de selectividad.

La persona maximalista ostenta pereza, posterga y libera su responsabilidad en los demás. Sus vidas y sus mentes se describen dentro del desorden. El minimalista busca la paz y la armonía, prefiere respirar mejor para pensar mejor en vez de preocuparse. La simpleza del minimalismo no es de fácil adquisición, ante todo cuando estamos acostumbrados a una vida de complicaciones, de tráfico y de muchos objetos.

En la vida hay muchos sobrantes, cosas, personas, situaciones y preocupaciones. Y esta tendencia trata de ayudar a vivir de manera sencilla con lo que es netamente fundamental e importante. En la sociedad al parecer el mercadeo se enfoca más en el consumo de objetos por parte de las mujeres, por lo cual, nosotras somos sujetas a ser las mayores consumidoras.

Los medios de comunicación social y sus anuncios promocionan productos para que las personas sean más lindas, se retrase su envejecimiento o se rejuvenezca, que sin este u otro objeto determinado no podremos ser felices y demás. Que tener estatus social es importante, por lo cual hemos de estar compitiendo por tener, tener y tener…la casa más linda, el carro del año, la nueva tecnología…etc. Entonces no tomamos conciencia de quienes en verdad somos y que es lo que realmente deseamos en la vida.

A mi forma de ver, lo material y el dinero, si son importantes, no podemos pensar idílicamente sin considerar todas las necesidades materiales que implica el simple hecho de vivir, de tener una familia y de responsabilizarse por su salud, su alimentación, su educación, su recreación… Podemos vivir como ascetas en una cueva, y es posible que nuestra salud y nuestra alimentación, nuestra relación con nosotros mismas/os y con la naturaleza, nos proporcione felicidad y plenitud. Pero tarde o temprano, necesitamos de situaciones materiales, por ejemplo, cuando alguien se enferma y necesita tener atención hospitalaria. Creo que no se trata de vivir en extremos, sino de manera consciente dando mayor importancia al ser, a los vínculos con la naturaleza, con otros seres humanos, a la coexistencia pacífica y armónica evitando el consumismo. Minimizando nuestras necesidades, conociéndolas y procurando satisfacerlas, así como, rechazando las necesidades artificiales que la sociedad de consumo nos impele a satisfacer.

La propuesta consiste en que la vida sea una experiencia propia en cada momento, que si hemos de ser coleccionistas, lo seamos de recuerdos, de vivencias, de amores y no nos convirtamos en acumuladores de objetos. Lo cual llega a constituir un gran reto.

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