Pero resulta que a esos políticos se les va alejando de la realidad y muchos de ellos aspiran desde la etapa de candidatos a ser considerados casi monarcas que no tienen por qué rendirle cuentas a nadie y que aspiran más a beneficios materiales y de tipo de vida que a enfrentar los grandes retos que plantea el país.

Es así, como se olvida el legado y se empieza a pensar en el “costo político” que sirve de excusa para accionar o dejar de hacerlo y se termina protegiendo la posición personal en lugar del bienestar colectivo o, como ha sucedido por historia en Guatemala, se utiliza el poder para mantener el control de los beneficios de un Estado que no sirve al ciudadano sino a las cúpulas que han utilizado la polarización, el dominio de los políticos y diseñan la inoperancia institucional para beneficiarse de la corrupción que con impunidad absoluta se comete.

Hoy está en evidencia que tenemos mucha más necesidad de enfrentar la impunidad que hace 7 años cuando fue aprobada la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. Las comisiones de postulación son descaradas para actuar en pasar las listas ordenadas por los grupos de poder, el Congreso es el operador político de los controladores de la impunidad, las instituciones del Estado son máquinas de hacer millonarios entre funcionarios y empresarios que controlan la corrupción, etc.

La justicia está secuestrada, sin vendarse los ojos y con pesos en la balanza que hacen que los criminales sean héroes y los acusadores sean los malvados. Guatemala está necesitada de encontrar la ruta que le dé lógica a la búsqueda del “bien común”.

El gobierno actual enfrenta una serie de acusaciones por el caso de Lima Oliva, denuncias sobre actos de corrupción por los que podrían temer al dejar los puestos que ocupan. Es por ello que, para desvirtuar la percepción de que están temerosos, deben demostrar que el legado que tienen marcado sigue siendo el de demostrar con carácter y determinación, como siempre nos invitaron a creer, que el país puede cambiar. No tenemos ni la edad ni la madurez para cruzar la calle solos con tanto tráfico.

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