Edith González
Un día, cuando retornó a Guatemala tras efectuar estudios en Estados Unidos, nos reunimos y en varias ocasiones sostuvimos entrevistas de trabajo y ante todo, la forja de una amistad sólida.
Ingrediente básico en la relación fue Diego, quien pese a sus limitantes, se sabe ganar el respeto de quienes le conocen y el entonces coronel Erick Escobedo, ahora ascendido a general, fue parte de su vida,
De 42 años, desde sus inicios en el Ejército, fue asignado a las Fuerzas Especiales “Kaibil”, en donde resaltó por su capacidad intelectual y física. Es el autor del brindis del “Kaibil”, utilizado en todo el mundo.
Se graduó en la Escuela Militar de Honduras y destacó entre sus misiones, comandante de las Fuerzas Especiales, “Kaibil”, zona militar de “Playa Grande”, estratégica en la lucha contra el narcotráfico, Brigada de Paracaidistas, Escuela Politécnica, Instituto Adolfo V. Hall, Director de Política de Defensa del Ejército de Guatemala, estudios avanzados de Defensa en el Colegio Interamericano de Defensa, en Washington, Estados Unidos, es autor del Medallón Militar, símbolo oficial del Ejército de Guatemala. Y tiene en su poder todas las medallas académicas que el Ejército concede.
Recién llegado a Guatemala, luego de estudiar en el extranjero fue designado vocero militar. Y consta a los periodistas que en su gestión los aciertos fueron diarios y la relación Prensa-Ejército fue fluida, eficiente y constante.
Y ahora este dedicado soldado llega al generalato. El sueño de toda la vida de los soldados, comandar a su ejército. Por eso tengo la certeza que a donde sea enviado, realizará su trabajo con amor a Guatemala, respeto a su ejército y profesionalismo.
¿Qué más puede pedir este soldado a su ejército?
Su esposa Sylvia, quien lucía radiante y orgullosa al colocar, junto al presidente Pérez Molina los laureles, símbolo del generalato en Guatemala y sus hijos, Alan, María Andreé y María José tienen la convicción que los esfuerzos y las ausencias, ahora se retribuyen a toda la familia.
Y cuánta razón tiene el vicealmirante Carlos Adolfo Thomas, comandante de la Marina de la Defensa, cuando en el brindis por el nuevo general, recuerda que es un buen ciudadano, un buen soldado y un buen amigo.
Lejos están los años del joven soldado que en la dureza de la vida militar se forjó con disciplina y honor, recorriendo la geografía nacional para cumplir con la misión encomendada.
Y los generales estaban lejos del oficial Escobedo, pero en su adentro él tenía la certeza que algún día en su uniforme llevaría los ramos de laurel, emblema de los grandes de un ejército.
General Escobedo: digamos que el camino se ha detenido para un momento de gloria, pero la gloria es eterna y que hay que seguir caminando, porque “Si avanzo, sígueme… si me detengo, aprémiame… si me rindo, mátame”.
¡Salud! Y recuerde que al Olimpo sólo llegan los grandes…