Gladys Monterroso
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El problema de algunos habitantes de Sololá y los judíos ortodoxos es un tema muy delicado, por lo que se merece la mayor objetividad posible, no vivo allí, pero sí en sociedad, y tengo como todos los seres humanos, ambientes que no van con mis principios o pensamiento, pero respeto el derecho de vivir a quien quiera como quiera.
Estoy convencida que todos los que hemos nacido en Guatemala, tenemos en común que somos guatemaltecos, por todos los cuerpos corre sangre, todos bebemos agua, y respiramos, pero que no somos dueños absolutos de nada, por lo que ese elemento nos hace totalmente perfectibles, asimismo, estoy convencida que los años no hacen sabio a nadie, muchos maduramos, pero no todos, he conocido cantidad de adultos que actúan como niños o jóvenes, y niños que actúan con la madurez de un adulto.
Siempre he respetado que las comunidades se digan dueñas de la tierra por derecho ancestral, ya que el artículo 67 de la CPR, establece en su último párrafo “…..Las comunidades indígenas y otras que tengan tierras que históricamente les pertenecen y que tradicionalmente han administrado en forma especial, mantendrán ese sistema.” Pero no significa que en un mismo espacio, como sucedió en San Juan La Laguna, no puedan convivir otro tipo de culturas, siendo un país pluricultural.
Es cierto que los judíos ortodoxos tienen sus propios códigos de conducta, pero me parece hace más daño (Si de malos ejemplos se tratara) la cantidad de extranjeros y nacionales drogadictos, que también que conviven en Sololá en general, y en San Juan La Laguna en particular, además de los deshechos de productos, que por falta de controles ha recibido por años, habiendo causado un grave daño al lago, y a la propia esencia del lugar, que se ha visto aculturalizado, en su fondo y en su forma, los niños hablan más inglés que la lengua materna, porque es un negocio venderle a los extranjeros, y no pasa nada.
A los judíos ortodoxos se les acusa de ser una minoría cerrada, ese es su pecado, pero dentro de su propia forma de vida, estaban en su derecho de vivir como quisieran, ya que no estaban llamando a nadie a que se les uniera, y quien lo quisiera hacer también se encontraba en su derecho de hacerlo, ya que (me parece) todos y todas tenemos libre albedrio.
Es mi criterio que lo incorrecto e ilegal fue, que una autoridad paralela, se haya cerrado al dialogo, pero más aún hayan pecado de ser juez y parte, y hayan expulsado a una minoría que no era igual culturalmente a ellos, cuando ellos se han quejado de discriminación desde que yo tengo memoria, y mucho antes que yo la tuviera.
El problema de fondo, es el siguiente: Si yo me quejo de discriminación y exijo justicia social, para mí y mi grupo, estoy aceptando, que somos diferentes a los demás, pero los demás también lo somos, nadie es igual a otra persona, ni las calles, ni las costumbres, ni los individuos, sin embargo, con la acción totalmente intransigente de haber expulsado a un grupo por ser diferente, se pierde el discurso de victimización que por años han mantenido los supuestos grupos ancestrales.
Históricamente en Guatemala, cuando fuimos brutalmente conquistados ya no existían mayas, por lo que genéticamente no tenemos sangre maya, y nadie se puede arrogar ser representante de una raza inexistente, acá todos somos iguales, solamente que unos nacieron con más privilegios que otros por condición económica, pero otras diferencias no hay, más que la multiculturalidad, sin embargo, no por eso somos menos o más chapines.
El meollo del asunto, considero, es hacer el mismo daño del que nos venimos quejando por siglos, y la intransigencia que se nos ha aplicado, la aplicamos a un grupo más débil, lo que convierte a las supuestas víctimas de discriminación, en victimarios de la misma.