Jorge Mario Andrino Grotewold

Debe identificarse también, que toda esta estrategia comunicacional, tiene un objetivo claro para estos gobiernos locales y nacionales, y otros que han pasado: dar a conocer el trabajo que realizan, no para justificarlo, sino para alcanzar a posicionar al partido gobernante con el ideal de explicar que se realiza un buen trabajo en la gestión pública, sin importar que la realidad tenga otra dimensión y que la mayoría de la población no sólo se percata de ello, sino, además, considera en algunas oportunidades, ofensivo ante un exceso de cantidad o de metamensaje contrario a lo real.

Desde la gestión municipal, hasta la de Gobierno, la comunicación debe alcanzar un proceso informativo, no de campaña. Requiere que la gente se entere y se informe de los acontecimientos malos o buenos, y que quizá requiera de un proceso de apoyo social, como las campañas a favor de las políticas socioambientales; o quizá dar a conocer estrategias preventivas en materia de seguridad, o bien desastres naturales; y también sería importante, la promoción de jornadas de vacunación o concursos de ortografía en las escuelas; impactos deportivos y culturales de conocimiento pleno de cada municipio o ciudad. Esa es la verdadera comunicación social de naturaleza pública, la que se paga con los impuestos de toda la población; la que requiere de una amplia participación de la sociedad como parte del Estado, y no sólo de corderos que reciben el mensaje de un lobo que no sólo se vanagloria, sino encima lo hace con los recursos de sus propio rebaño.

Y ante un país como Guatemala, en donde medicinas escasean en los Centros de Salud, en donde la seguridad alimentaria genera una grave crisis para las familias de distintas áreas, especialmente aquellas en donde la fertilidad de la tierra es nula y no se crean condiciones suficientes para superarlo; un país donde la oferta laboral es mínima y la economía informal y la migración ilegal a otros países pareciera ser la alterativa más rentable, aunque sea riesgosa. En un país como el nuestro, hiere la entraña el conocer los presupuestos de comunicación social, en donde desde salarios hasta pago a medios escritos, radiales y televisivos son excesivos. Y da pena pensar que toda esa publicidad en anuncios, esquelas, promocionales, viajes y cuanta gestión más se da para dar a conocer la labor de nuestros gobernantes, locales y nacionales, pudiera ser utilizado para remozar escuelas, entubar agua, solventar problemas de tierra y un sinfín de otros problemas que la nación enfrenta, y que constantemente se prefiere contraer deudas internas o externas para poder sostener una incipiente economía y una múltiple

Y la solución para que una campaña masiva como la que alcaldes y gobernantes realizan en estos días, no permee con mentiras o desinformaciones, no es más que alcanzar una cultura política como país, educando a la población y haciéndole saber que no se debe agradecer la obra o servicio público, sino que debe solamente juzgarse por el accionar obligado de quienes trabajan para el pueblo.

Solo con esa visión de estadistas y no oportunistas, es que Guatemala tendrá una posibilidad de salir del gran agujero en el que está sumergido, y entonces se deberá priorizar gasto público en aspectos que de verdad valga la pena, en lugar de hacer campaña o proselitismo que más parece la comisión de uno de los grandes pecados capitales: la vanidad.

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