Eduardo Villatoro

Los datos fueron proporcionados por el Consejo Nacional para la Juventud (Conjuve), que, entre otras tareas, tiene la responsabilidad de “viabilizar las políticas a favor de los jóvenes” incluidos en esa franja que comprendería una tercera parte de la población total de Guatemala, lo suficientemente importante de acuerdo a las relatividades estadísticas, como para que el Estado y sus instituciones se esmeren en atender sus realidades, necesidades, preocupaciones y aspiraciones, sobre todo si se toma en serio la sobada, hipócrita y soberbia frase que sentencia con firmeza digna de esculpirse en un monumento a la demagogia: “La niñez y la juventud son el futuro de nuestro país”, para decirlo de alguna manera lo más próxima a la que suelen expresar oradores ocasionales, educadores y especialmente ¡faltaba menos! dirigentes de organizaciones políticas de cualquier tendencia.

Sin embargo, y aquí se asoma imprudentemente el infaltable “pero” que generalmente acompaña a una aseveración, pese a los cercanos cien millones de quetzales que se han asignado a la Conjuve durante 14 años, los frutos son deprimentes, aunque la suma tampoco es impresionante, especialmente si se compara con las millonadas de dinero dedicadas a la inepta Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala y su infaltable e inservible Federación Nacional de Futbol, cuyos resultados son tan desastrosos y vergonzosos que no vale la pena recordarlos, menos repetirlos.

Uno de los obstáculos más ostensibles que impiden que jóvenes de uno y otro sexo, esencialmente los provenientes de familias de las clases popular y media baja puedan alcanzar su desarrollo integral, que se presume constituiría el objetivo fundamental, reside en que el Honorable (¿?) Congreso tiene engavetada desde hace tiempo la proyectada “Ley Nacional de la Juventud”; mientras que, como lo señalaron grupos juveniles, la Conjuve es utilizada de plataforma política forzada a apoyar a candidatos del Partido Patriota.

Representantes de grupos integrados a la Conjuve revelaron que esa institución es utilizada como plataforma política que premia a los jóvenes que obligadamente apoyan a los partidos oficiales, como ocurre actualmente con el PP y el régimen del presidente Pérez.

Con inusitada madurez, esos delegados adujeron que “Las políticas a favor de la juventud deben ser estructuradas de acuerdo con las necesidades y los contextos”; pero los políticos utilizan a jóvenes en sus campañas electorales “sin que tengan la capacidad de dirigir procesos serios, pedagógicos, políticos y culturales”.

(Un cuarentón le confía a su paisano Romualdo Tishudo: -Fijáte que he descubierto que supuestamente mi mamá no fue una mujer muy respetada y honorable porque mucha gente me lo grita en mi pueblo -¿Y a qué te dedicás, pues?, pregunta mi amigo. -¿Acaso no sabías que soy diputado?, replica el político).

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