Ayer, Roberto Barreda De León, acusado de la muerte de su esposa Cristina Siekavizza y bajo la permanente y consistente protección de su mami, pegó de gritos con su valiente carácter para decir que los acusadores del Ministerio Público y los querellantes adhesivos deberían ser los que tuvieran las esposas con que lo mantienen en los procesos por haber sido un prófugo que huyó con sus hijos, de madre recién asesinada, a quererles cambiar la vida con el dinero que le dieron sus papás para mantenerse.

Seguramente, los padres de Cristina estarían felices de cambiar de lugar con doña Ofelia De León de Barreda. Cualquier padre cambiaría el lugar con tal de mantener con vida a un hijo y no como, lamentablemente en este caso, habría sido asesinada por manos cobardes que quieren seguir siendo protegidas por los hilos de la manipulación judicial que aún tiene la expresidenta de la Corte Suprema de Justicia.

Es ofensivo que venga la señora De León a pedir que en silencio se lleve el proceso, porque es evidente que lo que necesitan es poca gente viendo lo que sucede para que pueda seguir haciendo lo que le conviene como el fallo que la liberó de la cárcel a pesar de haber indicios claros para ella y otros acusados, de haber participado en facilitar la comisión de un delito por la manipulación de evidencias e intimidaciones a testigos.

Ofensivo es ver la actitud de quienes han hecho que el sistema de justicia, una vez más, demuestre que puede quitarse la venda de los ojos y forzar la balanza porque si es una exfuncionaria de peso, tal y como si es de interés de los grupos de poder paralelo que controlan el sector para fortalecer la impunidad, se sienten con el derecho de nunca ser ni siquiera acusados.

Lástima que el señor Barreda no dio la opción de cambiar de lugares antes.

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