Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Viendo lo que ocurre con el proceso de elección de las nuevas autoridades judiciales del país, que deberán tomar posesión en octubre de este año, podemos apuntar a que la espiral del deterioro institucional apunta a agudizarse en medio del caldo de cultivo que es nuestra indiferencia como ciudadanos ante un modelo que no satisface ninguna expectativa ni ofrece oportunidades de algún cambio simplemente porque aunque cambien los actores, la estructura se mantiene intacta y la tendencia a colocar al Estado al servicio de intereses particulares ajenos al bien común ha de arraigarse. Nada raro sería, como cruel paradoja, que un nuevo gobierno con tintes de populismo pueda lograr lo que fue el sueño no concretado del presidente Pérez Molina, es decir la prórroga del mandato o la reforma constitucional que permita la reelección presidencial.

La reciente participación del presidente Rafael Correa en el foro Esquipulas nos permite ver cómo un país con algunas características similares a Guatemala supo encontrar el camino al desarrollo económico con una marcada orientación de combate a la pobreza llevando bienestar a sectores de población que habían estado históricamente marginados y obliga a reflexionar sobre cuál es el futuro que tenemos como país si continuamos en la ruta actual, reciclando viejos planes de desarrollo que han significado mayor concentración de riqueza y privilegios sin apostar a cambios fundamentales en temas como el de educación que son, al final de cuentas, la piedra angular de cualquier esfuerzo de desarrollo sostenible.

Insisto en el tema de que por razones ideológicas o por pruritos como el de la relación de Correa con la prensa, se diluye el fondo del planteamiento que vino a hacer en Guatemala el mandatario ecuatoriano para contarnos de sus esfuerzos y del resultado que han tenido en la sociedad de Ecuador. Nosotros no tenemos ni siquiera la visión y capacidad de poner el tema de la reforma educativa en el centro del debate político porque nos consumimos en alegatas inútiles sobre cuestiones como la Ley de Inversión y Empleo que simplemente persigue acumular más privilegios para unos pocos, insistiendo en la idea de que el desarrollo y el bienestar llegarán por derrame cuando las migajas que sobren de esos privilegios se trasladen a la población más pobre, pero siempre colocándola como un atractivo por el carácter barato de su mano de obra y no apostando a nuestra inserción en un mundo muy competitivo y cada vez más calificado.

Dentro de poco estaremos otra vez metidos en una ardiente campaña electoral basada en afiches, gorras y propaganda, que pasará por alto nuestros problemas y, por supuesto, las soluciones que demanda la realidad. El sistema de oxígeno para extender su larga agonía que termina por llevarse entre las patas la esperanza de un pueblo que sigue viendo en la migración su único futuro.

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