Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

En primer lugar el grueso de nuestras exportaciones no responde a ese tipo de estímulos porque en los principales productos de exportación resulta que los precios responden a otro tipo de factores, como pueden ser cuotas o preferencias en el caso del café gourmet que se ha ido afianzando en el extranjero. En segundo lugar, una devaluación es un severo castigo para los guatemaltecos que dependen de un salario que no se moverá al ritmo en que crecerá el precio de todo producto importado, empezando por los combustibles que se usan para el transporte y para generar energía.

El que se embolsará una millonada será el exportador que, al puro estilo chapín, será como azadón y seguirá pagando salarios de hambre. Los familiares de los migrantes también se verían beneficiados, pero ello lo que hará es estimular más aún la migración y hacer que nuestra economía dependa más todavía de lo que mandan los trabajadores guatemaltecos que se parten el alma en el extranjero.

Llama la atención que no se proponga como alternativa preparar mejor a nuestra gente para ofrecer mano de obra de calidad o que se piense combatir la corrupción para que tengamos capacidad de construir mejor infraestructura. No digamos acabar con privilegios que tienen los grandes oligopolios que se reparten las oportunidades como compadre hablado. Lo mismo se puede decir de los vendedores de medicinas que de cualquier otro proveedor del Estado que se harta con los recursos públicos y eliminan la capacidad de inversión para el desarrollo.

¡Qué va! Las únicas propuestas son para apretar más la soga en el pescuezo de la gente, pero nunca se piensa en una carga equitativamente repartida para buscar el desarrollo. El colmo es que nadie habla de la seguridad como factor para atraer inversiones, mucho menos de acabar con los privilegios y el tráfico de influencias que eliminan por completo toda posibilidad de un Estado de Derecho que se convierta en reglas claras y precisas para que cualquier inversionista sienta que vale la pena apostarle a este país.

No. Las respuestas son que si no aceptan que se paguen menos impuestos vía exoneraciones, que se preparen para que todo suba de precio por una devaluación de la moneda que, para variar, haga más rico al rico y más pobre al pobre. La moneda devaluada permitirá comprar menos al consumidor local y el hambre será lo único que realmente aumente.

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