Claudia Navas Dangel
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Y es que nada más hermoso que ver correr con esa energía propia de quien descubre en cada cosa un universo, la risa sincera de los niños y niñas, cien en realidad, y el entusiasmo de un equipo que se sale de la seriedad que los asuntos internacionales muchas veces pautan y decide que sean, precisamente de quienes se habla, los que se expresen, es sin duda una imagen espectacular.
Pero más que una imagen, fue una realidad que esta semana se vivió en Toto, como parte de las consultas que el Relator de Libertad de Expresión Frank La Rue está realizando para la elaboración de su informe sobre Niñez y Libertad de Expresión, informe con el que se despide de esta relatoría y que lo hace cerrar con broche de oro al darle al César lo que es del César, es decir, al dejar que sean ellos, los niños y niñas y las y los adolescentes los que digan qué piensan, qué quieren, qué esperan.
Todos ellos hablaron, unos más espontáneamente con otros, jugando, platicando mostraron el panorama tal y como lo perciben gran parte de los niños y niñas de los departamentos en Guatemala, y quizá como lo hacen muchos más en otras partes del continente. Esta consulta, junto a otra que se llevará a cabo la próxima semana en Sudáfrica, dará a este informe una visión distinta, marcará pautas y trazará caminos para entender o tal vez re comprender que niños, niñas y adolescentes son presente, están vivos, sienten, piensan, creen. Sí, eso me quedó claro luego de escuchar a estos niños, pese a todo: la violencia, el abandono, la pobreza y al hambre, creen, sueñan y esperan.
Queda en nosotros, los adultos, los sabelotodo, ciudadanos con documentos de identificación que decidimos qué será de nosotros y de ellos, trabajar, proponer y actuar.
Fue un encuentro maravilloso, una luz, un respiro, abrazos sinceros de niños y niñas que jugando a las marionetas nos dijeron que ellos no eran eso, aunque por momentos podamos manipular esos hilos que los atan.