Marco Tulio Trejo Paiz

Ese conflicto bélico ha tenido tregua efímeramente, pero motu proprio lo rompió el grupo terrorista Hamas, que comparte como su aliado el gobierno palestino que preside Abbás.
Desde los ya lejanos tiempos primitivos, bíblicos, que se pierden en las brumas de la historia, Israel ha sido acosado, víctima de cruentas agresiones de los fanáticos y energúmenos árabes, por su “pecado” de ser el pueblo de Dios, sobre todo desde que surgió como Estado por solemne decisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a mediados de la pasada centuria.
Recientemente, los terroristas de Hamas, con la presunta complicidad de Abbás, el presidente palestino, la guerra sigue arreciando y rugiendo, causando centenares de muertos, heridos y gran destrucción de edificios, en vez de propiciar una paz verdadera y perdurable que normalice la vida de los pueblos.
Se ha dicho que solo las bestias recurren a la coz porque, lógicamente, carecen de la fuerza de la razón, lo cual viene a propósito de los “escopetazos” con los que iniciaron el conflicto armado; a la usanza de los asesinos que atacan por la espalda y no como valientes soldados…
Los palestinos deben despojarse de su fanatismo, de su tozudez, de su incomprensión y, en contraposición, prestar su concurso en la edificación de la paz, en lugar de estar empleando las armas ofensivas, capaces de extender las llamas de una guerra a toda una región que, incluso, podría arrastrar a otras naciones del mundo, o sea a la tercera y última guerra mundial, dado el sofisticado y altamente destructor de todo ser viviente en la tierra, pues no quedarían más que cenizas como ocurrió desgraciadamente en Hiroshima y Nagasaki, Japón, durante la Segunda Guerra Mundial.
En honor a la anhelada paz en el Cercano Oriente, olvídense ya de toda acción guerrerista y siéntense a la mesa a dialogar fraternalmente apunando a solucionar definitivamente la situación.

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