Si en Guatemala se le pregunta a cualquiera si somos un país racista, la respuesta inmediata y a flor de labios es que no. Sin embargo, la realidad es distinta y lo cierto es que los indígenas tienen que abandonar los signos de identidad que tienen para navegar con menor desventaja a lo largo de su vida. La mujer indígena que mantiene su vestimenta tradicional es despreciada de entrada y no recibe igual trato a quienes visten con ropa de ladinos. El hombre indígena que no viste y se comporta como ladino, de inmediato es tratado de vos, en una forma que no implica camaradería y compañerismo, sino que es una muestra de superioridad de quien impone ese trato, pero no está dispuesto a recibirlo de vuelta.
Tenemos mucho camino por recorrer en la búsqueda de condiciones de vida más dignas y respetuosas del origen étnico de cada quien. Uno de los grandes avances del proceso de paz fue el de abordar las condiciones imperantes en el país desde el punto de vista de la multiculturalidad y diversidad racial, pero el avance del papel a la vida diaria ha sido un proceso lento porque se trata de derribar ancestrales estructuras que están enraizadas en la mente de la población.
Queremos aprovechar este día para destacar la importancia de que se mantenga la identidad de nuestros pueblos indígenas, pero ello sólo será posible en la medida en que se sientan respetados por el resto de la población. Mientras los sectores dominantes les sigan negando el respeto correspondiente y se les cierren puertas simplemente por el hecho de ser miembros de alguna de las etnias nacionales, seguiremos viendo esa terrible disposición a renegar de su origen con la intención de no sufrir lo que sufrieron sus ancestros y eso es inhumano e intolerable en pleno siglo XXI cuando el respeto a la dignidad intrínseca de todo ser humano es un imperativo.