Miguel Saquimux Contreras
Se sabe que toda actividad económica es contaminante, en donde algunas lo hacen en mayor escala que otras, pero al final su aporte marginal termina siendo significativo al momento de hacer la sumatoria total de los daños causados. Entonces, podría afirmarse que la industria alimenticia no está exenta de culpas, es por ello que organizaciones especializadas en la situación ambiental se han dedicado a generar conocimiento y construir indicadores, los cuales logren brindar una idea de lo que está sucediendo en la actualidad.
El año pasado, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –FAO por sus siglas en inglés-, publica el documento llamado “Cambio Climático a través de la Ganadería”, en donde trata de establecer las formas en que la actividad ganadera afecta al medio ambiente. Al empezar a revisar generalidades de la publicación, se establece que el sector ganadero incide de manera importante en el cambio climático, al ser causante del 14.5% de las emisiones de GEI, lo anterior es algo que pocos han considerado en sus respectivos análisis, puesto que, la mayoría de ocasiones las emisiones contaminantes se asocian al sector industrial o a los sistemas que funcionan con combustibles fósiles, dejando por un lado la producción alimenticia.
Cuando se desglosa este 14.5%, la FAO afirma que la producción de carne y leche vacuna es culpable de la generación del 70% de los GEI del sector, y que el aporte de la producción de carne de cerdo y aves de corral constituyen el 17%. Es decir, que casi el 90% de los GEI son generados por la producción de alimentos, que para un considerable sector de la población mundial pueden catalogarse como de consumo cotidiano.
La relación es directa, entre la emisión de GEI y la eficacia con que los productores utilizan los recursos naturales, es por eso que las soluciones deben ser manejadas bajo esta lógica. Al final se establece que, si se aplicaran tecnologías y prácticas sería posible reducir las emisiones hasta un máximo del 30% de la totalidad que genera el sector, tomando en cuenta que hoy en día sólo el 10% de los productores a nivel mundial aplican estas acciones que favorecen la mitigación de las externalidades negativas.
Dejar de producir alimentos es imposible, máxime cuando se estima que 900 millones de humanos alrededor del mundo están afectados por el hambre, es decir, que básicamente lo que debe exigirse es la aplicación de tecnologías que disminuyan el impacto que genera el sector ganadero o en todo caso empezar a consumir los sustitutos de la carne, que en la actualidad ya se encuentran a disposición de la humanidad.