Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de
Caracas, Venezuela
El romanticismo musical de Robert Schumann se expresa en todas sus obras, en particular, como ya dijimos, en sus sinfonías.
Algunos colocan esta Sinfonía al lado de las de Beethoven, con las que tiene de común una gran parte de su ambiente; otros ven en ella una mezcla heterogénea de elementos muy logrados con otros no muy felices; pero hay una variedad de opiniones cuando se trata de juzgar la sencillez de su corto Adagio.
Los Conciertos
A pesar de que en 1839 Schumann dijese “a menudo siento el deseo de destrozar el piano; me parece demasiado estrecho para desarrollar plenamente mis pensamientos”, el Concierto para piano en la menor, Opus 54, se ha convertido en la obra maestra de su producción pianística. En 1841 adoptó el primer tiempo para piano y orquesta, bajo el título de Phantasie. Sin embargo, el editor rehusó imprimir sólo este Allegro affettuoso, por lo que Schumann compuso cuatro años después el Intermezzo y el Final. El comienzo para piano-solo, extraordinariamente original, las melodías magníficas en su noble entusiasmo y el diálogo magistral entre el solista y la orquesta, contribuyen a hacer de este Concierto una composición de todo punto sublime.
El Concierto para violoncelo, en la menor, Opus 129, contiene también bellezas inenarrables. Hay que citar sobre todo la melodiosa Romanza. En 1937, una noticia sensacional llevó alegría y esperanza a todo aquel que en este mundo siente interés por la música, como lo señala Jean Gallais: “Por medio del espiritismo y de la hipnosis, se acaba de descubrir un Concierto para violín de Schumann, desconocido hasta hoy”. Después de su examen, se comprobó que se trataba en efecto de una obra incompleta de Schumann, conservada en manuscrito, que la esposa y amigos de Schumann, Johannes Brahms y el violinista Joachim, habían juzgado poco perfecta para ser publicada.
Este Concierto contiene pasajes magníficos, pero es indiscutible que su autor no se preocupó ni interesó en retocarlo.
Debemos afirmar que, aunque en el aspecto humano no sean tantas las coincidencias como en el proceso creacional, entre Schumann y Schubert se produce un paralelismo artístico que en ocasiones hace que el primero de estos músicos aparezca como sucesor del segundo. Schumann tampoco se sintió cómodo en las grandes formas, y, como Schubert, las resolvió a base de prodigar su facilidad melódica en perjuicio de los desarrollos y variaciones. Por otra parte, no tenía el don de la planificación de las estructuras sinfónicas y los defectos de orquestación son notables, con lo cual sus construcciones musicales resultan más interesantes por la poesía de la idea, por la efusión del concepto y por la belleza lírica que por la técnica arquitectónica. La inspiración es tan potente y tan notablemente expresiva que dispensa todas las carencias que pudo sufrir Robert Shumann autor del Carnaval.
En otro sentido cabe establecer también una gran relación Schumann-Schubert en el mundo del lied, como ya lo vimos. Sin embargo, ambos compositores son magnificentes, consiguieron sus más grandes realizaciones en esta especialidad, para la que Schumann estuvo dotado como pocos. Sus melodías generosas y sus acompañamientos pianísticos se identifican tan exactamente con la frase poética que ambos elementos –letra y música– crean en verdad el poema lírico indivisible.