Luis Enrique Pérez

La disolución de esa alianza partidaria me brinda la oportunidad de opinar que la alianza de partidos políticos es alianza entre miembros dirigentes de los partidos aliados; pero no es alianza de todos los miembros de cada uno de esos partidos. Por consiguiente, en particular, no puede afirmarse que si los partidos aliados suman, por ejemplo, setenta y cinco mil ciudadanos afiliados, entonces esos ciudadanos votarán por los candidatos que esos partidos propongan. Aliar partidos no es aliar a todos los afiliados de esos partidos. Es únicamente aliar dirigencia de partidos.

La alianza de partidos políticos tampoco es alianza de ciudadanos que no pertenecen a cualquiera de los partidos aliados pero tienen preferencia por cada uno de ellos. Por consiguiente, en general, no puede afirmarse que los ciudadanos que votarían por los candidatos propuestos por un partido no aliado, también votarían por los candidatos propuestos por la alianza de la cual ese partido sería parte. Aliar partidos no es aliar electores que no están afiliados a esos partidos. Es también únicamente aliar dirigencia de partidos.

La historia política reciente muestra que, por ejemplo, un partido no aliado puede triunfar en una elección presidencial, como sucedió en el caso del Partido de Avanzada Nacional en el proceso electoral del año 1995, o del Frente Republicano Guatemalteco en el proceso electoral del año 1999, o de la Unidad Nacional de la Esperanza en el proceso electoral del año 2007, o del Partido Patriota en el proceso electoral del año 2011. Aquella misma historia política muestra también que, en una elección presidencial, una alianza partidaria puede no triunfar, como sucedió en el caso de la alianza entre el partido Winaq y el partido Encuentro por Guatemala, en el proceso electoral del año 2007; o en el caso de la alianza entre el partido Winaq, el partido Alternativa Nueva Nación y el partido Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, en el proceso electoral del año 2011.

Esa historia reciente de partidos no aliados que tienen éxito, y de partidos aliados que fracasan, sugiere dos conclusiones. La primera es que la capacidad competitiva electoral del candidato presidencial es más importante que cualquier alianza partidaria. La segunda, conexa con la primera, es que una alianza electoral no necesariamente impresiona a los electores. Un corolario de estas conclusiones es que, con un candidato presidencial que carece de capacidad competitiva electoral, una alianza partidaria es inútil; y con uno que tiene esa capacidad, un solo partido es suficiente.

Post scriptum. Una alianza partidaria puede ser útil porque se comparte el costo de campaña electoral de cada partido aliado; pero compartir ese costo no implica generar una probabilidad de éxito.

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