René Arturo Villegas Lara
En primer término, expreso mi complacencia por recibir dichos ejemplares con finas dedicatorias y que he leído y releído con sumo agrado. En el caso del libro Jícaro City, por el nombre, me recuerda el espíritu jocoso del artista y escritor Maco Quiroa, quien decía que él había venido al mundo en “Chicacao Ilinois”. Pues bien, don Rigoberto nos traslada sus columnas escritas sobre diversidad de temas, aunque las que a mí me gustan más son las que se refieren a la vida campirana de ese pueblo o municipio de nombre El Jícaro, porque tienen todo el sabor de la geografía y de la gente del oriente de Guatemala, en el departamento de El Progreso, narraciones en donde están presentes las casas de adobe, los morrales al centro de los patios para amarrar burros de carga y los volcanes de tusas que los alimenta en las sequedades del verano. Y no pueden faltar los tíos postizos de la población: el Tío Guato, la Tía Licha que hornea quesadillas en hornos que parecen armadillos de caparazón blanca. ¡Qué placentero leer estas estampas, estos cuadros de la vida oriental! En el caso del libro de mi querido amigo Alejandro Maldonado, es la historia viva de una persona que participó en movimientos políticos de Guatemala, sobre todo a partir de 1954, cuando apenas el autor despuntaba en su visión de lo que, a su entender, el país necesitaba. Su estilo, lo repito, es atractivo porque se trata de hacer hablar a uno mismo, con lo cual puede ser que sea un recurso en donde sí se diga todo, ya que lo autobiográfico, a mi entender, siempre deja algo que no se quiere contar, lo que no sucede cuando uno relata lo que otro dice, aunque ese otro sea uno mismo. Además, Alejandro es poseedor de una suficiente cultura literaria y mucho conocimiento histórico y científico del Derecho, y no dudo que al dejar la magistratura, encontrará puertas abiertas para dedicarse al arte de escribir, no sólo literatura, sino también historia política, en donde siempre será de gran valor informar sobre lo que ha acontecido desde distintas perspectivas y cuánto mejor si se trata de testigos que han sido testigos de la vida nacional. En el caso del curioso libro de César Vásquez Becker, Literatura: Ensayo y Traducción, tiene aportes valiosos como obra de arte literario. En primer lugar, es una mezcla del ensayo como género y lo relaciona con la traducción de diferentes obras y autores de la literatura universal –Racine, Pirandello, Mauriac, Goldoni, Perec– o de autores muy conocidos de la literatura escrita en español –Cervantes, García Lorca o Arévalo Martínez. Para mí ha sido de mucha enseñanza este libro de Vásquez Becker, pues confieso que no me había percatado que la traducción, cuando no son libros escritos en español, constituye un género que no sólo presenta la dificultad de guardar fidelidad con el texto original, sino que permite ensayar una interpretación de la obra traducida. Ese es el panorama de este libro y de ahí la importancia de lo que enseña su lectura, la cual se puede llevar a cabo escogiendo el autor por el cual uno tenga preferencia.
Agradezco a los tres autores citados tan valioso obsequio, que indudablemente nutren de buenas obras mi inventario de libros y enriquecen la bibliografía nacional.