Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Hemos avanzado en el escalafón mundial de Desarrollo Humano y eso se puede presentar como una noticia positiva para el país, pero cuando se analiza el informe vemos que no hay un avance significativo en cuestiones fundamentales y que seguimos mostrando un nivel de desigualdad que es causa de espanto. Guatemala tiene dos mundos conviviendo en su territorio y eso significa que el crecimiento económico, los beneficios de la modernidad, la prosperidad generada por mayores ingresos y las mejoras que puedan notarse en educación, salud y vivienda, generalmente se concentran en el primero de esos mundos y son sus integrantes los que se benefician de todas las ventajas, elevando el promedio pero no la realidad.
Pero precisamente la migración nos demuestra que hay otro mundo que es totalmente ajeno al que se ve desde la burbuja de la comodidad que tenemos en áreas urbanas privilegiadas donde, no por casualidad precisamente, están concentrados quienes tienen influencia y toman las decisiones nacionales de gran envergadura. Ni el crecimiento económico ni las mejoras en educación, salud y vivienda, llegan a ese mundo aparte que es el conformado por la enorme cantidad de guatemaltecos que viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema, donde hay niños que literalmente se mueren de hambre y en donde no existe la noción de lo que nosotros llamamos esperanzas y oportunidades.
Si nos atenemos únicamente a la posición que escalamos en la lista de desarrollo humano de los países, estamos cayendo en el engaño de pensar que en realidad vamos para adelante y que estamos superando a otros pueblos gracias a la existencia de políticas de desarrollo bien implementadas y mejor manejadas. Sin embargo, la realidad es muy distinta, tanto así que seguimos exportando a nuestra gente porque aquí no encuentran cómo satisfacer sus necesidades básicas y, lo peor, no tienen forma de alcanzar niveles de dignidad con su trabajo.
Y no deja de ser cruel que cuando se habla de leyes para promover el empleo, en lo que se piensa es en privilegios para que esa desigualdad sea mayor. Exoneración de impuestos para elevar las ganancias de las empresas para que se puedan beneficiar de la mano de obra súper barata que puede ofrecer nuestra sociedad donde no invertimos en preparar a la gente para que pueda insertarse en un mercado laboral un poco más exigente y que, por lo mismo, tenga que pagar mejores salarios.
Mientras no haya desarrollo humano más equitativo y que se proyecte sobre los habitantes de menor riqueza, seguiremos exportando a nuestros niños, no digamos a los adultos, porque ningún Coyote podría hacer su agosto con engañosas ofertas si no hubiera tanta desesperación en un pueblo que no le ve norte a su vida.