Lic. Rolando Palomo
Parafraseo el tema, para focalizar en una palabra, todos nuestros males: La corrupción. Sin ella no hubiera en Guatemala ni desnutrición ni esa dantesca falta de oportunidades que llevó a migrar de Guatemala, primero a los adultos, luego a los jóvenes y ahora a los niños.
Sin ella no habría Corredor Seco, carencia de vivienda popular ni niños y niñas recibiendo su educación a la intemperie o bajo agujereados techos de lámina.
Sin la corrupción, y el despilfarro, su hermano bastardo, no vendrían gobiernos extranjeros a comprar a nuestros gobernantes ni a exhibirnos como los países bananeros que somos con el que se nos cataloga desde hace mucho tiempo.
Demás estarán siempre los esfuerzos por congraciarnos con los Estados del primer mundo, en busca de su apoyo y cooperación, cuando desde sus grandes capitales conocen, por conducto de sus embajadores, la auténtica fuente de nuestros males: gobiernos de ladrones, malversadores y despilfarradores de los dineros ajenos.
Según opinión de los expertos en política económica transparencia y desarrollo, el despilfarro y la corrupción consumen entre el 25 y el 35% del presupuesto de la nación, lo que en síntesis quiere decir que durante un período presidencial, uno de los cuatro presupuestos de gastos del Estado, va a los bolsillos de los gobernantes, sus financistas de campaña y de toda esa fauna que les rodea incluyendo secretarías de fachada, amigos y amigas con derechos y sus correspondientes e interminables parentelas, o sea, la módica cantidad de setenta millardos de quetzales (Q70,000,000,000).
Eso explica, aquí y en el extranjero el grado de postración de un país sano, productivo y ante todo, creativo e ingenioso.
De esta forma, toda ayuda, toda cooperación, toda donación o préstamo no reembolsable, tendrá el mismo efecto que tiene el alimento en un cuerpo plagado de parásitos, algo que tiene que movilizar a los indiferentes, nacionales o extranjeros, excepto a los que durante los últimos ocho gobiernos, sin falta, han contribuido con su codicia, nos empobrezca, sin que esto quiera decir que los gobiernos anteriores a 1985 hayan sido uno de los once apóstoles incorruptibles de nuestro Señor Jesucristo.