Walter del Cid

Padre, abuelo. Lector casi empedernido. Conocedor de las intrincadas reglas del cuasi disfuncional Estado guatemalteco desde 1988 a la fecha. Inició su incursión en el periodismo de opinión en las páginas de La Hora con aportes en la sección «Cartas de los Lectores» en septiembre de 1993. En 2006 tuvo el honor de ser jefe de Información de esta Tribuna y no mostrador. Casi ininterrumpidamente colaboró con columnas de opinión en La Hora, el desaparecido El Gráfico, Siglo XXI de la primera época, Diario de Centro América, la Revista Crítica y eventualmente para la Universidad Johns Hopkins en temas de población y desarrollo. Esta es mi Tercera Época en La Hora, gracias por ello. Creer en la democracia no es una cuestión circunscrita a razones teóricas, es una forma de vida y se aplica a la cotidianidad de nuestros actos.

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Estas reflexiones se produjeron en las primeras horas de la tarde del martes 5 de diciembre. De momento y para bien de los guatemaltecos, los rumores de posibles órdenes de captura contra líderes indígenas y para los integrantes de las Mesas Receptoras de Votos no se materializaron y quizás (ojalá, quede como cosa del pasado). Una intención golpista adicional, repito, para nuestro alivio, inconclusa o fallida.

Por la tarde del lunes se ha hecho pública la convocatoria de movilización por parte del presidente electo, Bernardo Arévalo para mañana saliendo de la sede central de la Corte Suprema de Justicia hacia la sede de la Corte de Constitucionalidad, para concluir en la institución que por ahora ha caído en acciones tendenciosas y posiblemente sediciosas. El llamado es una adhesión al pronunciamiento de las Autoridades Indígenas (AI) divulgado también la tarde del lunes.

Este es el primer llamado de alcance político nacional, las convocatorias previas no han incluido a «líderes religiosos, políticos, empresariales, organizaciones sociales, gremiales, sindicales, mercados, estudiantes y a toda la ciudadanía…» como lo expresan las AI. A ello se suma el llamado del presidente electo convocando a «todas las fuerzas democráticas a caminar juntos, alcaldes, diputados, líderes de todos los sectores religiosos…» Es decir, a la totalidad de las esferas sociales.

A partir de mañana la sociedad guatemalteca será abiertamente dividida en dos: los que gozan de las canonjías del Estado y han hecho de él su arca de beneficios particulares en contra de las mayorías y, todos aquellos otros guatemaltecos y guatemaltecas que desenvuelven su vida ajena a la corrupción e impunidad. Los números no mienten. Los primeros, por mucho y con sus familias de la mano no superan a unos cuantos miles de personas. Del otro lado, hablamos de millones de habitantes.

El régimen se resiste a morir. Hace todo tipo de esfuerzos para sobrevivir y por ello nos tienen sumidos en una incertidumbre como nunca antes se había producido en la historia económica, política y social de Guatemala. Esos cuantos miles, cuyos verdaderos manipuladores son apenas un puñado de individuos que se cuentan con los dedos de ambas manos y sobran dedos, son los principales responsables.

Las horas venideras, los días subsiguientes y las semanas por transcurrir hasta llegar al 14 de enero serán cruciales, definitorias e intensas. De un lado de la Historia estaremos quienes hemos soñado con una democracia en todos los ámbitos de la vida en sociedad y no únicamente en lo electoral. Y del otro, los depredadores, sus marionetas y corifeos (algunos cobardemente anónimos).

Pero el 14 de enero de 2024 no termina todo. Comenzarán nuevas formas de lucha, nuevas modalidades de reivindicar la institucionalidad corroída de la mano de la nefasta señora Consuelo Porras y sus fiscales espoliques y no operadores de justicia. Se esperan nuevos ataques y embates. Pero caminaremos por la democracia.

 

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