Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

post author

A la memoria de Roberto Díaz Gomar, maestro y amigo, pilar de nuestra cultura libertaria.

El pasado domingo 17 de noviembre, el presidente Joe Biden autorizó a Volodomir Zelensky, atacar la región rusa de Kursk, con misiles ATACMS, de largo alcance, fabricados y suministrados por EE. UU. a la OTAN, a dos meses de dejar el cargo, después de una aplastante derrota electoral. Inmediatamente, el mandatario ucraniano, en referencia a su plan de paz mediante la fuerza, declaró que las guerras no se ganan con palabras, sino que serían los misiles los que hablarían.

Efectivamente, los misiles hablaron; el martes 19 de noviembre por la noche, el Ministerio de Defensa de Rusia informó que Ucrania disparó seis misiles ATACMS contra la región rusa de Briansk. Según la versión oficial, cinco de los misiles fueron interceptados por las defensas antiaéreas, mientras que el sexto fue interceptado antes de impactar. Los fragmentos del misil derribado cayeron en una instalación militar, lo que provocó un incendio que no causó daños significativos ni víctimas.

Altos oficiales retirados de EE. UU., confirmaron que los 50 ATACMS vendidos (no regalados) a Ucrania, son misiles obsoletos, cuya tecnología data de los años 80, y varios de ellos están inutilizados por fallas con el combustible o con los componentes electrónicos. Por esta razón, las fuerzas antiaéreas rusas no tuvieron dificultades para interceptarlos.

En contrapartida, como era esperable, Rusia respondió con el lanzamiento de un arma que ha cambiado las reglas del juego de la guerra: el misil hipersónico Oreshnik, que alcanza velocidades de Mach 10 (diez veces la velocidad del sonido), equivalentes a 3 km. por segundo, por lo que es casi imposible de interceptar por el armamento defensivo occidental, y puede impactar cualquier ciudad europea en minutos, con un alcance máximo estimado entre 3,000 a 5,500 km. Además, tiene la capacidad de portar ojivas nucleares, las cuales no llevaba en esta ocasión, para no dar excusa a una retaliación atómica de la OTAN.

El misil ruso destruyó la planta «Yuzhmash» que producía tecnología de misiles desde la era soviética, ubicada en la ciudad de Dnipró, en Ucrania. El misil hipersónico Oreshnik evidenció la superioridad militar de Rusia ante el Occidente Global, demostrando que el país eslavo ya le arrebató la delantera armamentista a EE. UU.

El Estado Mayor ruso ha centrado sus ataques aéreos contra la maltrecha infraestructura eléctrica ucraniana, dejando al país a obscuras y sin calefacción, en pleno inicio del invierno. Solamente el 21 de noviembre, se llevó a cabo un masivo ataque de 120 misiles y 90 drones rusos.

Lo peligroso de esta realidad es que, previsiblemente, provocará respuestas desesperadas de la OTAN, como el suministro de misiles MBDA Storm Shadow, de producción británica, con los que se llevó a cabo el segundo ataque de las Fuerzas Armadas de Ucrania, el 21 de noviembre de 2024, contra una instalación militar rusa en la región fronteriza de Kursk, realizando múltiples impactos,​ en los que produjeron daños materiales y humanos, según informó Vladimir Putin.

También Francia estará suministrando misiles SCALP, quedando claro que esta es una guerra en la que ya participan  Ucrania, Rusia, Corea del Norte y los 30 países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sin obviar la incidencia del complejo militar industrial.

El presidente Joe Biden está decidido a armar a Ucrania antes de abandonar el poder, el 20 de enero próximo. Después de autorizar el uso de los misiles ATACMS sobre territorio ruso, ha aprobado el envío de minas antipersona a Ucrania, según informó The Washington Post y ha confirmado el secretario de Defensa, Lloyd Austin. Se trata de un tipo de armamento prohibido por los más de 160 países firmantes del tratado de Ottawa, incluidos los de la Unión Europea y Ucrania, pero ni Estados Unidos, ni China, ni Rusia forman parte de él.

En el anterior teatro de operaciones, Rusia ha activado su capacidad satelital, para neutralizar la docena de satélites militares de los países de la OTAN que orbitan sobre Europa. Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, el país eslavo cuenta con 93 satélites de todo tipo, incluyendo 32 de comunicaciones, 26 de posicionamiento y navegación, que pueden ser de uso dual, civil y militar,  en tanto los 35 restantes son exclusivamente de utilidad bélica: 13 dedicados al reconocimiento, 8 a la inteligencia electrónica y de señales, y otros 6 para la alerta temprana, para detectar lanzamientos de misiles balísticos. Rusia también cuenta, por ejemplo, con los láseres Peresbet, capaces de cegar a satélites en orbitas de hasta 1,500 kilómetros de distancia; además, posee el sistema Sadira, complejo de láseres capaces de destruir satélites espaciales y drones enemigos, generando vastos flujos de radiación electromagnética, siendo 400 veces mayor que la densidad de energía química de un explosivo. A lo anterior se suma el sistema convencional Nudol, capaz de derribar misiles balísticos intercontinentales,  y el sistema Contact, capacitado para neutralizar satélites en órbita, mediante misiles interceptores lanzados desde aviones Mig-31D.

Frente a los avances rusos en Ucrania, no es descabellado prever que el Occidente Global opte por el uso de armas atómicas, extremo que no se ha operativizado porque los ciudadanos europeos saben que toda Europa se convertiría en un teatro de guerra nuclear, en el que la sobrevivencia de la humanidad entera peligraría. Por ahora, varios países europeos han realizado inventarios de posibles refugios nucleares, incluyendo estaciones del metro, para resguardar exiguos contingentes poblacionales.

En suma, se trata de una conflagración continental, que amenaza con convertirse en una guerra mundial, de dimensiones apocalípticas.

Es sabido que Joe Biden es un presidente que no gobierna, debido a su senectud, por lo que hay que tener claro que los afanes bélicos descritos están siendo impulsados por la tríada que lo controla, según la plataforma Substack: Jacobo Sullivan, Antony Blinken y Alejandro Mayorkas, quienes responden al complejo militar industrial y al denominado Estado Profundo (Deep State), dominado, entre otros, por Soros, Black Rock y Rothshield.

En ese contexto, el 21 de noviembre, después de los dos ataques con misiles occidentales, Vladimir Putin pronunció un discurso en el que sostuvo: “Me gustaría volver a subrayar que no fue Rusia, sino EE. UU., quien destruyó el sistema de seguridad internacional, y sigue luchando y aferrándose a su hegemonía, empujando al mundo entero hacia un conflicto global. Siempre hemos preferido, y hoy estamos nuevamente dispuestos, a solucionar todas las controversias por medios pacíficos. Al mismo tiempo, estamos preparados para cualquier desarrollo de eventos. Si alguien sigue dudándolo, está equivocado. Siempre responderemos”. 28 de noviembre de 2024.

Artículo anteriorGuatemalteco capturado por causar daños en aeropuerto de El Salvador pagará US$10 mil de multa
Artículo siguienteSin hacer los cambios que el país requiere