Al presidente revolucionario Jacobo Árbenz, fallecido en el exilio, en enero de 1971.
Después de seis meses de luchas electorales, políticas, mediáticas y legales, el binomio de Bernardo Arévalo y Karin Herrera logró acceder al Gobierno de los Organismos Ejecutivo y Legislativo, en buena medida, gracias a un decidido apoyo de la ciudadanía que, encabezada por las Autoridades Ancestrales Indígenas (AAI), cambió la correlación de fuerzas y le permitió al Movimiento Semilla fraguar una alianza con distintas instancias nacionales e internacionales.
Cabe recordar que una cosa es el Gobierno y otra es el poder, especialmente en un país regido por la exclusión, la discriminación, el racismo, el patriarcado, la corrupción y un pensamiento ultra conservador, lacras que le permitieron florecer al pacto de corruptos, alianza criminal que logró cooptar casi todas las instituciones estatales, convirtiendo al de Guatemala en un Estado fallido.
La lucha del Movimiento Semilla no ha sido fácil, y consiguió llegar al Gobierno gracias a su habilidad para lograr el apoyo social, el respaldo de la Comunidad Internacional, la concertación con algunos sectores del empresariado y de las iglesias, y a la neutralización del Ejército, fuerza militar que en el pasado se constituyó en la espada de Damocles, que impuso soluciones de fuerza ante los conflictos sociales y políticos. Por ello, fue muy importante la parada militar, mediante la cual las fuerzas armadas saludaron a Bernardo Arévalo como el Presidente constitucional de Guatemala, y lo reconocieron como su Comandante General, sin regateos.
Sin embargo, el poder criminal del pacto de corruptos sigue vivo, enquistado en las instituciones nacionales, municipales y autónomas, como la Universidad de San Carlos, regida por Walter Mazariegos, cuya elección ha sido ampliamente cuestionada.
En ese contexto adverso, la tocará a Semilla librar la batalla judicial por la elección de la nueva Junta Directiva del Congreso, litigio que vuelve a dejar en manos de la Corte de Constitucionalidad el destino político de la Nación. No hay que olvidar que el juez penal decretó la suspensión de Semilla por 6 meses, los cuales vencieron el 12 de enero, hecho que le fue notificado al Congreso por el Tribunal Supremo Electoral. De manera que el 14 de enero pasado, el Movimiento Semilla era un partido vigente, y sus miembros podían ser electos para cargos en el Legislativo.
Limpiar y recomponer la institucionalidad será una tarea de titanes, imposible de lograr sin el concurso social, razón por la cual la tarea política estratégica es construir un poder popular, proporcional al adversario que es necesario erradicar.
El poder abyecto se afianza en el Organismo Judicial, entre políticos corruptos, empresarios venales, militares masacradores y el narcotráfico, cáncer que ya tiene presencia en todo el territorio nacional, y ha hecho metástasis en el tejido social de los departamentos fronterizos y costeros, como San Marcos, Huehuetenango, El Petén, Izabal, Jalapa y Jutiapa, así como aquellos que colindan con los litorales Atlántico y Pacífico.
Investigaciones de distintos centros académicos y periodísticos estiman que el valor de la droga que se produce y se trasiega por el territorio nacional, equivale al doble del presupuesto general de gastos del Estado, a precios de mercado terminal en EE. UU. Es por ello que al pacto criminal no le faltan recursos, para sobornar a fuerzas policiales y militares, operadores de justicia y medios de comunicación.
A Arévalo y Karin les tocará gobernar con una institucionalidad ineficiente, burocrática y permeada por la corrupción, a través de la cual tendrán que responder a las demandas populares acumuladas por siglos, por lo cual no será fácil alcanzar las metas sociales que se les plantea.
Por ello no deben asumir el papel de administradores sin recursos, ante un Pueblo que demanda trabajo, alimentos, escuelas, salud, infraestructura básica y todos los demás servicios públicos que se les ha negado históricamente. Deben desarrollar la habilidad para fraguar una gran alianza nacional, mediante la cual logremos rescatar al Estado, replantear las políticas y las finanzas públicas, y ejercer un gobierno de unidad, probo y transparente.
En otras palabras, entre todos debemos construir un sujeto social que promueva las grandes transformaciones que el país necesita, siguiendo una hoja de ruta democráticamente concertada, teniendo como meta concretar los Acuerdos de Paz, y como principio rector la vigencia plena del bien común, con equidad étnica, de género y etaria.
Bernardo Arévalo no podrá concretar transformaciones tan profundas como las que alcanzó su padre, pero no hay que olvidar que Juan José Arévalo Bermejo accedió al Gobierno, acompañado por el poder popular de la Revolución de Octubre de 1944, y por un Congreso y un Organismo Judicial abiertamente democráticos.
Para financiar las demandas populares que ya se les están planteando, el nuevo Gobierno necesita incrementar la recaudación tributaria. Mientras se alcanza a construir un poder popular que acuerpe una reforma tributaria, deberán comenzar por disminuir y erradicar la sub declaración involuntaria, la evasión y la elusión tributaria, fenómeno que en 2019 alcanzó Q10 mil 465 millones, o sea una décima parte del presupuesto de ese año.
Con montos de esa dimensión sí será posible enfrentar fenómenos como la desnutrición y el hambre, o la falta de acceso a servicios de salud. La clave está en encontrar un equilibrio entre lo deseable y lo posible, y en esa ecuación es toral la participación popular.
Son muchas las fuerzas espurias que se opondrán a la construcción de la Nueva Primavera, pero, ojalá, todos podamos decir con el coronel Jacobo Árbenz Guzmán: “Algún día serán vencidas las fuerzas oscurantistas que hoy oprimen al mundo atrasado y colonial. Seguiré siendo, a pesar de todo, un combatiente de la libertad y del progreso de mi patria”.