Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Ayer, 20 de junio, se celebró el Día Mundial del Refugiado. Este año, el lema de la conmemoración fue “Esperanza lejos del hogar”, que da título a esta columna. Este lema sintetiza dos preocupaciones torales de hombres y mujeres refugiadas: el desarraigo que entraña dejar forzadamente el hogar, y el anhelo de contar con la esperanza de alcanzar una vida mejor.

Este año, el Día Mundial del Refugiado se centra en el poder de la inclusión y en las soluciones en favor de las personas refugiadas. Incorporarlas a las comunidades que les dieron acogida tras huir de conflictos, persecuciones y catástrofes naturales, es la mejor manera de brindarles apoyo en la reconstitución de sus vidas y para ayudarles a que puedan retribuir a los países que les dieron acogida. Además, es la mejor manera de prepararlas para que retornen a sus hogares y reconstruyan sus países, cuando las condiciones les permitan hacerlo de forma segura y voluntaria, o para que se desarrollen y prosperen si son reasentadas en otro país.

Según la ONU, el Día Mundial del Refugiado se conmemora el 20 de junio de cada año, en honor de las personas refugiadas y desplazadas en todo el mundo. Se celebró por primera vez, a nivel mundial, el 20 de junio de 2001, en conmemoración del 50 aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Es una fecha propicia para contribuir a defender su derecho a buscar protección, apoyar su inclusión social y económica, y promover soluciones para su difícil situación.

Con la conmemoración del Día Mundial del Refugiado se busca reforzar los derechos, las necesidades y los sueños de las poblaciones refugiadas y desplazadas; de esta manera, se promueve la movilización de recursos y de la voluntad política de las naciones para que, además de sobrevivir, estas poblaciones logren prosperar. Si bien es necesario proteger y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones refugiadas y desplazadas de manera permanente, establecer una conmemoración como el Día Mundial del Refugiado ayuda a centrar la atención mundial en la difícil situación de quienes huyen de conflictos y persecuciones, como las vividas en Guatemala durante la dictadura de Ríos Montt.

Según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, establecida en 1951, se considera como refugiado a toda persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él”.

Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), al menos 108.4 millones de personas en todo el mundo, 1 de cada 74 personas, se han visto obligadas a huir de sus hogares. Entre ellas hay 35.3 millones de personas refugiadas, de los cuales alrededor del 41 % menores de 18 años.

Además de los refugiados, hay millones de personas apátridas a quienes se les ha negado una nacionalidad y acceso a derechos básicos como educación, salud, empleo y libertad de movimiento.

En la antigüedad los esclavos fueron los parias de la tierra; en el medievo fueron los siervos y en la modernidad son los proletarios. En la posmodernidad los refugiados son los excluidos por excelencia, a quienes se les persigue y se les niegan los derechos humanos fundamentales. ACNUR da cuenta que el 76% de las personas refugiadas y otras personas de interés de están acogidas en países de renta baja y media. El 70% de las personas refugiadas y otras personas que necesitan protección internacional viven en países vecinos a sus lugares de origen.

Las niñas y los niños representan el 30% de la población mundial total, pero constituyen el 41% de la población desplazada por la fuerza, según agencias humanitarias que atienden refugiados.

El 52% de todas las personas refugiadas y otras que necesitan protección internacional procede de tres países: República Árabe Siria (6.5 millones), Ucrania (5.7 millones) y Afganistán (5.7 millones). Los tres principales países de acogida son Turquía (3.6 millones), República Islámica de Irán (3.4 millones) y Colombia (2.5 millones). Los ciudadanos solicitantes de asilo ascienden a 5.4 millones, de los cuales 730 mil son nuevos solicitantes y se concentran en Estados Unidos de América.

El fenómeno de los refugiados ha tenido un crecimiento exponencial: en 2011 eran 38.5 millones, y en 2022 llegaron a 108.4 millones; un aumento del 281.5%, con su cauda de sangre, sufrimiento y desarraigo. A finales de 2022, 62.5 millones de personas eran desplazadas internas debido a conflictos y violencia, según las Tendencias Globales de ACNUR.

En un orbe dominado por el consumismo, la exclusión y la violencia es difícil que florezca la esperanza lejos del hogar, pero las y los refugiados han dado muestras de una gran resilencia para sobrevivir y construir un mundo donde nadie se quede atrás.

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