Alejandro Giammattei decidió visitar Taiwán en el peor momento geopolítico, considerando que después de la visita de la presidenta de la isla de Formosa, Tsai Ing-wen a EE. UU., Guatemala y Belice, provocó que la República Popular China (RPCh), realizara tres días de ejercicios bélicos, en los que simuló atacar y bloquear a la isla, generando una alta tensión militar que pudo desembocar en una confrontación mundial.
La RPCh advirtió que el viaje del presidente Alejandro Giammattei va en contra de “la tendencia del mundo” y considera “irracional” que el país centroamericano no mantenga relaciones diplomáticas con Pekín, habida cuenta que en 2021 importó 3.7 mil millones de la RPCh, y las exportaciones guatemaltecas aumentaron 70% en 2021.
La vocera del Ministerio de Exteriores chino, Mao Ning, se hizo eco de las críticas de “figuras políticas” guatemaltecas al viaje de Giammattei, que responde a una visita previa de la presidenta de Taiwán, en un momento particularmente delicado en términos políticos y militares. “Reconocer el principio de ‘una sola China’ y las crecientes relaciones va en favor de los intereses fundamentales de Guatemala y de las aspiraciones de su población”, declaró Mao. En cambio, las “actividades separatistas” de Taiwán sólo tienen que ver con el “autoengaño”» de las autoridades locales, ha remarcado.
En ese contexto, es obligado preguntarse ¿cuál es el propósito del presidente guatemalteco al viajar a Taipéi y enfrentarse a la potencia que está reconfigurando el nuevo orden multipolar mundial?
Alejandro Giammattei es el ante penúltimo presidente peor evaluado (26%) en América Latina, según una encuesta publicada por la empresa Cid Gallup en enero pasado. En marzo de 2022, un estudio de opinión de la firma ProDatos reportaba que el 64.3 por ciento de la población guatemalteca está en desacuerdo en cómo el presidente Giammattei y su equipo ha manejado la pandemia. En el ámbito social, los indicadores son patéticos, pues los estudios revelan que en Guatemala el 61.6 % de las personas viven en pobreza multidimensional, es decir, seis de cada 10 guatemaltecos enfrentan privaciones en el 30 por ciento o más de los indicadores ponderados incluidos en el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM-GT).
Todo lo anterior es la causa estructural de que Guatemala ocupe la posición 127 de 189 países, en la medición del Índice de Desarrollo Humano (0.633), siendo el más bajo de Latinoamérica, como resultado de políticas excluyentes y regresivas.
El año pasado, Guatemala alcanzó su peor calificación en el Índice de Percepción de Corrupción, que publica la organización Transparencia Internacional (TI) desde 1996, siendo el quinto país peor evaluado del continente. Peores credenciales imposible.
La corrupción campea en todos los ámbitos del Estado y de la sociedad, promovida y permitida por el Pacto de Corruptos que ha copado toda la institucionalidad pública, incrementando la migración de la población excluida hacia el norte. Esta triste realidad ha enfrentado al gobierno de Giammattei con los Estados Unidos de América, potencia que ha sindicado, en la denominada Lista Engels, como corruptos y antidemocráticos a múltiples aliados del mandatario, desde la Fiscal General, hasta magistrados y militares, pasando por diputados y empresarios venales. Giammattei ha respondido furibundo, alegando que las acusaciones contenidas en la Lista Engels violentan la soberanía nacional.
En ese patético contexto, tres son las razones plausibles que pudieron motivar el viaje de Giammattei. En primer lugar, busca congraciarse con EE. UU. al darle un espaldarazo político-diplomático a Taiwán, que se está quedando aislado; en segundo lugar, procurar asegurarse impunidad y una retaguardia cuando deje el gobierno; y, en tercer lugar, pudo haber sido tentado con una jugosa compensación económica de Taipéi, en el marco de su conocida diplomacia del dólar.
Lo curioso es que EE. UU., siendo el principal aliado político-militar de Taiwán, no lo reconoce como país independiente, y desde 1979 mantiene relaciones diplomáticas con Pekín, mientras propicia que apenas 13 países reconozcan a la isla, la cual perdió el reconocimiento de Honduras el mes pasado. Además, las relaciones de Taiwán con Paraguay están en riesgo, pues el candidato opositor, Efraín Alegre, ha dicho que, de ganar las elecciones del 30 de abril, reevaluará las relaciones con Taiwán. En sentido contrario, 182 países reconocen a la RPCh, y el principio de una sola China.
A contracorriente, los miopes gobiernos de Guatemala se enfrentan a la RPCh, potencia que ha logrado alianzas con 140 países en el marco del colosal proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, en el que ha invertido un billón de dólares en vías férreas, puertos y rutas marítimas, comenzando con Asia, África, Oriente Medio, Europa y América Latina.
En 2018, China ya controlaba el 10% de las actividades portuarias europeas. En África, los préstamos ascienden a 120 mil millones de dólares, por lo que China ejerce una alta incidencia en el financiamiento de partidos políticos y en los procesos electorales, lo que ha generado tensiones. El año pasado, China condonó préstamos vencidos a 17 países africanos y les proveyó ayuda alimentaria, ganándose un aplauso generalizado.
Una de las primeras muestras de esa capacidad de gestar iniciativas geopolíticas nodales, fue la eficiente mediación de China, en marzo pasado, en la reconciliación de Irán y Arabia Saudita, después de una ruptura de siete años. De consolidarse, este histórico acuerdo cambiará la geopolítica en el Oriente Medio, y tendrá gran incidencia en los 57 países que conforman la Organización de Cooperación Islámica, que cuenta con un PIB nominal de 9.9 millones de millones de dólares y una feligresía de más de mil 900 millones.
Fortalecido económica y militarmente, y respaldado por un partido político de 90 millones de militantes, buscando reestructurar el orden político mundial, el gobierno chino articuló la Organización de Cooperación de Shanghái, una organización intergubernamental que se fundó en Shanghái el 15 de junio de 2001. Está integrada actualmente por ocho Estados miembros (China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán), cuatro Estados observadores interesados en adherirse como miembros de pleno derecho (Afganistán, Belarús, Irán y Mongolia) y seis “Asociados en el Diálogo” (Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía).
El interés de China por América Latina es muy grande; entre 2005 y 2020, las empresas chinas y de Hong Kong realizaron 150 fusiones y adquisiciones en la región, que representaron un total de US$83,000 millones. Así, pasaron de ser 1,7% del total de estos negocios en América Latina a representar 16,3% del total entre 2015 y 2019.
Es contra este coloso que Giammattei nos enfrenta, sin ningún beneficio para Guatemala. Ya es hora de separarnos de Taiwán y escuchar al gobierno chino, que acaba de advertir al gobierno de Giammattei “no ayude a los malhechores y no vaya en contra de la tendencia global general y de las aspiraciones del pueblo guatemalteco, por su propio beneficio”.