Víctor Ferrigno F.
A la memoria de los masacrados por el ejército en la Cumbre de Alaska, el 4 de octubre de 2012: Rafael Batz, Eligio y Jesús Caxaj, Arturo Sapón, Eusebio Puac, Santos Hernández, Francisco Puac y Lorenzo Vásquez.
En el marco de una fiesta cívica, a la que concurrió el 80% de los empadronados en Brasil, el exobrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva se impuso al excapitán Jair Bolsonaro, por seis millones de votos, en una elección donde el electorado se decantó más por factores ideológicos, que por el programa socioeconómico de cada candidato.
Como ha sido usual a lo largo de su vida política, la prensa conservadora satanizó a Lula con dos falsos perfiles: primero, que estuvo preso sindicado de corrupción, sin aclarar que la Corte Suprema de Justicia de Brasil invalidó todos los procesos por falta de pruebas, y estableció que el juez Sergio Moro carecía de potestad para juzgarlo. Y, en segundo término, difundieron que da Silva es una amenaza para la estabilidad económica de Brasil, obviando que sus logros económicos cuando fue presidente no tienen parangón en el mundo, como triplicar el PIB per cápita y sacar a 36 millones de brasileños de la pobreza, que 43 millones alcanzaran ser de clase media, y la creación de 21 millones de puestos de trabajo en solamente ocho años de gobierno. A la salida de Lula de la presidencia, 52 millones de personas —el 27% de la población total— se beneficiaban del programa Bolsa Familia.
El tercer bulo o fake new, después de las elecciones, fue difundir que Bolsonaro perdió por un estrecho margen, de cara a la segunda vuelta, cuando en realidad Lula lo derrotó por seis millones de votos. A pesar de la ofensiva mediática en su contra, el fundador del Partido de los Trabajadores derrotó holgadamente a Bolsonaro, un exmilitar que permitió la deforestación de la Amazonía, atacó los derechos de las mujeres, los indígenas, los afrodescendientes y la comunidad LGTBI+, e hizo retroceder 20 años los indicadores sociales, al grado que Brasil volvió a ingresar al listado de países donde la población padece hambre, atraso del cual Lula y Vilma Russef lo sacaron por más de 12 años.
Esta es la sexta contienda presidencial en la que Lula participa, ganando dos periodos presidenciales de 2003 a 2010, ciclo en el que transformó a Brasil, sabiendo aprovechar el período de alza de las materias primas, tejiendo alianzas comerciales y políticas nacionales e internacionales, fortaleciendo el mercado interno, privilegiando la inversión en educación, alimentación, vivienda y empleo.
En su primer período de gobierno, Lula impulsó una reforma agraria de mercado que sorprendió a las clases dominantes, comprándoles la tierra a la oligarquía terrateniente en quiebra, para distribuirla entre los campesinos que, con créditos blandos y asistencia técnica, lograron la seguridad alimentaria de Brasil, y desarrollaron el mercado interno.
A pesar de haber sido un excelente alumno, Lula tuvo que abandonar la escuela en el quinto grado de primaria, para ponerse a trabajar como limpia botas y llevar comida a su casa. Por esta razón, sus adversarios sostenían que carecía de formación para gobernar a la República Federativa del Brasil. Por ello, en su discurso de toma de posesión, sostuvo que el primer título que alcanzó fue el de Presidente de la República, y en sus dos periodos de gobierno redujo el analfabetismo en un 30%, y desde 2002 se han creado en Brasil 18 universidades públicas y 146 campus universitarios, instaurando el Programa Universidad para Todos. De esta manera se aseguró que los pobres de la periferia pudieran acceder a la educación universitaria, pasando de tener 113 mil estudiantes a 227 mil, gracias al mayor programa de becas de Latinoamérica.
Luiz Inácio Lula da Silva ha recibido cuatro Doctorados Honoris Causa, y ha sido declarado ciudadano emérito de la Ciudad de París, mientras la ONU demandó infructuosamente que se le permitiera participar en las elecciones de 2018.
Es imposible resumir los logros económicos de Lula da Silva en tan poco espacio, pero es ilustrativo consignar que al asumir como Presidente, Brasil estaba en el 13° lugar mundial por tamaño del PIB, y al terminar su mandato colocó al país en el 6° lugar, perfilándolo como una potencia mundial por su economía, y por ser el país más grande y más poblado de Latinoamérica.
Da Silva puso en marcha el programa Hambre Cero, que permitió a las familias indigentes acceder a los alimentos básicos a través de la asistencia social. Durante el primer mandato de Lula, la desnutrición infantil se redujo en un 46%. En mayo de 2010, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU concedió a Lula da Silva el título de «campeón mundial de la lucha contra el hambre».
A partir de 2017, Lula da Silva fue ilegalmente criminalizado por el juez Sergio Moro, y condenado a 9 años de prisión, lo que le impidió participar en las elecciones de 2018, gracias a lo cual Bolsonaro alcanzó la presidencia, nombrando ministro de Justicia a Moro, quien acaba de ser electo senador. Lula fue totalmente exonerado de todos los cargos, pero su prestigio como político probo fue mancillado.
Es en este contexto, plagado de violencia, que el 30 de Octubre se llevará a cabo la segunda vuelta electoral, en la que el voto conservador de militares, evangélicos, clasemedieros y empresarios apoyará a Jair Bolsonaro, quien enfrentará al 52% de voto adverso, pero alcanzará fuertes apoyos entre senadores (14), diputados (99) y gobernadores, que le dificultarán la gobernabilidad a da Silva.
Por su lado, Lula buscará el apoyo de las mujeres, los pobres, los campesinos, los obreros y los afro descendientes, que son la base electoral que le dio el triunfo. También tratará de fraguar alianzas con la candidata que llegó en tercera posición, Simone Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño, con un 4,1% y casi 5 millones de votos, y un programa progresista, cercano al de Lula. ¡Somos expertos en ganar en segunda vuelta! adujo da Silva al conocer los resultados, pues es así como a triunfado en varias ocasiones.
Un posible triunfo electoral de Lula fortalecería al bloque de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y a la corriente progresista que ha logrado ganar las elecciones en Latinoamérica, en un momento histórico en el cual se está redefiniendo la geopolítica mundial. En este ajuste político planetario, Lula tendrá un peso y una incidencia innegable.