Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

El pasado jueves 18 de noviembre, el presidente Joe Biden recibió al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en la Casa Blanca, para la primera Cumbre de Líderes de América del Norte desde 2016, más conocida como la Cumbre de los Tres Amigos, durante la cual apareció recurrentemente el espectro de la República Popular China, por su creciente presencia en América Latina y el Caribe, donde incide políticamente e invierte enormes sumas en sectores estratégicos.

Los líderes de los tres países de América del Norte comenzaron a celebrar la Cumbre de los Tres Amigos en 2005, y se reunieron anualmente hasta 2016, turnando las sedes entre los tres países. La práctica terminó cuando el presidente Donald Trump asumió el cargo en enero de 2017, e hizo patente sus diferencias políticas con Trudeau, y su menosprecio al mandatario mexicano Enrique Peña Nieto.

Hoy día, los tres países están relacionados por el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), el nuevo acuerdo comercial que sustituyó al Tratado de Libre Comercio (TLCAN) que entró en vigor en enero de 1994. Juntos son una gran potencia económica, con cerca de quinientos millones de personas, que generan casi un tercio de los bienes y servicios mundiales. Desde la firma del primer acuerdo comercial trilateral en 1994, el comercio entre las tres partes creció más de 250%, y formó la base para que constituyeran, en 2020, un acuerdo comercial más moderno e integral, el T-MEC, al cual contribuyen los migrantes centroamericanos y mexicanos.

El logro más importante de la Cumbre fue su misma celebración, pues los desplantes de Trump interrumpieron el largo y azaroso proceso de integración de América del Norte, que no solamente constituye un polo económico, sino que conforma un factor geopolítico y militar de primer orden, el Comando Norte (Northcom), complejo militar-nuclear, promovido por George W. Bush, conocido como el antiguo NORAD contra la URSS, del cual forman parte EE.UU., Canadá, México, Puerto Rico, Bahamas y, recientemente, Colombia.

Evidentemente, el papel protagónico de la Cumbre lo jugó Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pues todo el tiempo mantuvo la iniciativa política, presentando propuestas y generando una dinámica intensa, incluida su interacción con los cientos de mexicanos que se concentraron al frente de la Casa Blanca.

La escenografía, el programa y la temática de la Cumbre fue extremadamente cuidada, y los acuerdos se plasmaron en una declaración de carácter programático, en la que se modelan principios y una decena de compromisos políticamente muy importantes, en los que reafirman su compromiso con los DD.HH., la solidaridad con los excluidos, la justicia social, el tratamiento integral a las causas de la migración, el cambio climático, etc.

AMLO logró construir el andamiaje político que prefiere: compromisos políticos de alto nivel, y comisiones técnicas de trabajo que promueven su concreción práctica. Aunque aún son compromisos declarativos, destaca el abordaje cuidadoso y políticamente correcto del fenómeno migratorio. Establecieron que el fenómeno “requiere una respuesta regional coordinada, así como una respuesta global de recursos con respeto a la ley, basada en solidaridad con los migrantes y entre Estados, priorizando la migración ordenada, segura y regular. […] Reafirmamos nuestro compromiso, basado en una responsabilidad compartida, de adoptar un enfoque ambicioso y comprensivo a una administración de la migración segura, ordenada y humana”.

Los compromisos programáticos fueron establecidos; falta desplegar las iniciativas políticas y sociales para su concreción, y verificar qué tan amigos somos.

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