Víctor Ferrigno F.
Al Coronel Carlos Paz Tejada, militar honesto y patriota, que dignificó al Ejército.
Estamos tan ocupados tratando de sobrevivir a la pandemia y a la recesión económica que provocó, que no ponemos atención a otras amenazas igualmente letales, como la confrontación nuclear, que en los últimos años fue exacerbada por el ex Presidente Trump.
Por lo anterior, es de aplaudir la “Declaración Presidencial Conjunta de Estados Unidos y Rusia sobre Estabilidad Estratégica”, emitida durante su encuentro en Ginebra por los Presidentes Joseph Biden y Vladimir Putin, el pasado 16 de junio, en la que refieren que buscarán “lograr avances en sus objetivos comunes de asegurar la previsibilidad en el plano estratégico, al reducir el riesgo de conflictos armados y la amenaza de guerra nuclear”.
En la Declaración Presidencial Conjunta destaca el siguiente compromiso: “La reciente extensión de nuestro Nuevo Tratado START es un ejemplo de nuestro compromiso en materia de control de armas nucleares. En el día de hoy, ratificamos el principio de que no es posible ganar una guerra nuclear y que esta nunca debe librarse. En consonancia con estos objetivos, Estados Unidos y Rusia emprenderán juntos un diálogo bilateral sobre Estabilidad Estratégica en el futuro próximo, con un espíritu decidido y firme. Por medio de este diálogo, nos proponemos sentar las bases de las medidas futuras de control de armas y reducción de riesgos”.
Sin embargo, esta Declaración estuvo precedida por una serie de incidentes que reflejan la fuertes tensiones geopolíticas en las que vive el mundo hoy, pero que son ignoradas por una humanidad casi ciega, atrapada entre el cubre boca, las vacunas y la sana distancia, que se convirtió en un distanciamiento social que nos aleja de la necesidad de unirnos, organizarnos y definir cómo queremos que sea el mundo después de la pandemia.
El 10 de junio, en Londres, fue firmada La Nueva Carta Atlántica por el presidente de Estados Unidos y el primer ministro británico Boris Johnson; este es un significativo documento político, al que los medios occidentales han dado muy poca difusión, que sustituye la anterior Carta, firmada por el presidente de Estados Unidos Roosevelt y por el primer ministro británico Churchill en 1941. En la nueva Carta “remozada”, se incluye una amenaza nuclear, al afirmar los signatarios que aseguran a los demás miembros de la OTAN que siempre podrán contar con «nuestra disuasión nuclear» y que «la OTAN seguirá siendo una alianza nuclear».
La cumbre de la principales potencias europeas, el G7, que se realizó en Cornouailles del 11 al 13 de junio, conminó a Rusia a «poner fin a su comportamiento desestabilizante y a sus actividades malignas, incluyendo su interferencia en los sistemas democráticos de otros países» y acusó a China de «prácticas comerciales que socavan el funcionamiento equitativo y transparente de la economía mundial».
Siguiendo esta tónica agresiva, la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), celebrada el 14 de junio, comenzó declarando que «nuestra relación con Rusia está en el punto más bajo desde el fin de la guerra fría: eso se debe a las acciones agresivas de Rusia» y al hecho que «el fortalecimiento militar de China, su creciente influencia y su comportamiento coercitivo plantean desafíos a nuestra seguridad». Una verdadera declaración de guerra que, invirtiendo la realidad, evidencia el riego cierto en el que nos toca vivir.
Observando la apatía y el miedo de la ciudadanía mundial, resuenan las palabras del inolvidable Eduardo Galeano: “¿Qué faceta humana nos destruye? El conformismo, la aceptación de la realidad como un destino y no como un desafío que nos invita al cambio, a resistir, a rebelarnos, a imaginar, en lugar de vivir el futuro como una penitencia inevitable”.
30 de junio de 2021.