Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

La semana pasada escuché una entrevista que le hicieron a Matías Ponce los periodistas Juan Luis Font y Claudia Méndez sobre el libro recién publicado que escribió Matías con el título que encabeza la presente columna. Así que motivado, lo compré y leí. Vale la pena.
Es obvio el compromiso del autor con la causa de la lucha contra la corrupción y la impunidad en mi país, lo cual admiro y aprecio. También me impresionaron sus credenciales académicas y, en el plan personal, el agradecimiento que hace a los entrevistados, todos igualmente comprometidos con esa lucha. Me simpatizó la referencia que hace a su compañero de vida, creo que en un contexto tan conservador y mojigato como el guatemalteco, eso es una contribución al desarrollo espiritual de nuestra sociedad.

El libro es básicamente una recopilación de entrevistas, todas muy valiosas e ilustrativas. Tiene todo el sesgo de quien dedicó una parte de su vida a luchar contra la corrupción y la impunidad. Me parece que el autor no pretende ser analítico, sino más bien descriptivo de lo que se pudo hacer con ese experimento de Naciones Unidas que se llamó CICIG.

Entiendo el entusiasmo por el rol de la “sociedad civil” en todo ese proceso, que motiva al autor y a los entrevistados, pero me parece que es exagerado porque con todo lo valioso que fue la movilización clasemediera y urbana, el rol de la hegemonía imperial no se aprecia en su adecuada dimensión, tanto en lo que se avanzó, como en lo que se retrocedió.

Debo decir que el libro me hizo repensar la opinión respecto a que la lucha contra la corrupción y la impunidad rebasa las diferencias relacionadas con ideologías políticas. En tal sentido, los entrevistados afirman que no es un tema de izquierdas ni derechas. Pero cuando se abordan los obstáculos que entorpecieron y revirtieron los logros de la Comisión, está clara la convergencia de diversos actores en ese propósito; y entre ellos no hay presencia de las izquierdas. El concepto acuñado por el último Comisionado, Don Iván Velásquez -redes económicas políticas ilícitas- permite entender dicha convergencia. El punto central es que no son simplemente hechos de corrupción e impunidad, es todo un sistema de dominación el que produce esos fenómenos. Se ubica como el núcleo de la corrupción el financiamiento político, lo que ha permitido “que grupos empresariales, criminales y políticos tengan una influencia desproporcionada sobre las decisiones, las políticas y los recursos públicos”. Por eso, es reiterativa la “lección aprendida” en el sentido de que la CICIG cometió el “error” de enfrentar simultáneamente a todos los actores que se han beneficiado sistemáticamente de ese sistema de dominación que produce la corrupción y la impunidad.

Tradicionalmente, el financiamiento electoral venía de los empresarios y éstos cobraban la factura en el terreno de las políticas públicas, la legislación que se promulgara y en la aplicación de la justicia. Sin embargo, este financiamiento se “diversificó”, incluyendo cada vez más al narcotráfico y, paralelamente, a los propios políticos, quienes mediante la corrupción pudieron tener una acumulación de capital que los “independizó” de los poderes económicos tradicionales. Fue así como los empresarios llegaron a ese trío de amor interesado, con tal de lograr que el sistema de dominación se mantuviera. Su ideología conservadora los llevó a resistir la autonomía del Estado. ¿Se divorciarán de las mafias políticos criminales?

El libro me mostró que no hay práctica política desideologizada.

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