Sergio Penagos
En una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario.
(George Orwell)
Lo mismo ocurre en un gobierno de engaño, mentiras y difamaciones, cuando el gobierno está encabezado por un pervertido paranoico que ha desarrollado toda su vida en un ambiente de mentiras, engaños y acciones basadas en el ocultamiento, no es posible esperar transparencia ni veracidad en su funcionamiento. Lo más grave es que esa torcida personalidad deja su impronta en todo el sistema gubernamental, convirtiendo la mentira en una política pública. En este ambiente de oscurantismo, engaño y perversión, decir la verdad es un acto heroico, además de revolucionario.
El presidente Alejandro Giammattei anunció la compra de Sputnik V como el contrato que proveería vacunas para el 80 por ciento de la población en 2021. Sin embargo, resultó un fracaso. Para evitar rendir cuentas acerca del negocio que se realizó a espaldas de la población, y se publicitó como algo que identificará a su gobierno en la posteridad en lo que no se equivocó. Porque, difícilmente vendrá otro gobierno más sinvergüenza que para desviar la atención sobre el fracaso de la vacuna rusa, tenga que mentir descaradamente como este inmoral presidente. Esta situación evidencia medias verdades, falsedades, contradicciones e inconsistencias emanadas de fuentes oficiales, de las que el gobernante, un médico de apodo, que se ufanaba de ser un ejemplo en la región sobre cómo gestionar la pandemia, falló estrepitosamente.
Un estudio sobre la detección de las mentiras realizado por la Universidad de Texas, en Austin, encontró que los mentirosos utilizan palabras o frases como: debo decir honestamente o para decirte la verdad, cuando realmente la están ocultando con su historia. Si alguna vez cuestionas lo que dice un mentiroso, inmediatamente se vuelve defensivo y niega cualquier maldad justificando sus palabras o acciones, incluso si nunca se les acusó de mentir o se duda de lo que dicen. Dan respuestas cortas y se defienden porque se sienten culpables. La mentira también está ligada a varias enfermedades mentales, la paranoia, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno antisocial o el trastorno bipolar. En el caso de nuestro mediocre presidente abundan los ejemplos. Una de las mentiras que relumbra con enorme esplendor ocurrió el 19 de julio de 2021 en San Cristóbal Cucho, San Marcos, durante la inauguración de un proyecto de agua y alcantarillado. El presidente dijo: a pesar de que tengo todas las características para ponerme la vacuna, he decidido no hacerlo, sino quedarme esperando a ser de los últimos. Si Dios permite que esa vacuna que estaba destinada para mí, sirva para alguien más y salve una vida; yo estoy muy tranquilo conmigo mismo y con mi conciencia. Pero yo me quedaré al final, Dios sabrá cuidarnos, sabrá protegernos. Cuando lo dijo ocultó, arteramente, que se había vacunado hacía cinco días.
Este redomado mentiroso no se inmuta cuando miente, y su estrafalaria imagen es el reflejo de su gestión administrativa. Según Giammattei nadie en la historia ha logrado lo que él ha hecho, esta falsa aseveración pone de manifiesto su personalidad mitómana. La mitomanía es un trastorno del comportamiento, y las personas que lo sufren únicamente saben decir mentiras. El mitómano busca con sus mentiras la aceptación de los demás para compensar sus bajos niveles de autoestima. Todo embustero es un mitómano que carece de un plan de vida, no va buscando nada a medio o largo plazo, lo único que le importa es lograr el reconocimiento y la admiración inmediata.
Para identificarlos es necesario poder descifrar la intencionalidad de sus mentiras. Los psicólogos dicen que aún no se ha determinado con exactitud el origen de la enfermedad. Porque no se ha encontrado ningún gen relacionado con la mentira, por lo tanto, no se puede decir que se nazca con ello. Aunque es cierto que existen condicionantes en la niñez que pueden facilitar su aparición, en especial lo que se refiere al abuso que puede provocar una baja autoestima.
El drama de la mitomanía reside en el círculo vicioso que se produce. Por esa razón suelen ser personas que acaban solas, rechazadas por familiares y amigos cansados de su comportamiento. Eso los obliga a comprar voluntades, lealtades y amores, porque les aterra la soledad. En los casos más graves, al mitómano le ocurre lo que a Don Quijote. Se cree sus mentiras e inventa un mundo alternativo donde es el héroe, todos le quieren, se distancia y aborrece el mundo real, del que se aleja más y más cada día.
Existen personas muy adictas a la mentira y la consideran su forma de vivir, los que más se destacan son los políticos con su desvergüenza y experticia en inventar ofrecimientos que jamás cumplirán. Su vida se reduce a fantasear y engañar hasta hacer de ello su trabajo habitual, confundiendo sus mentiras con un absurdo y muy personal arte de gobierno.