Sergio Penagos

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Sergio Penagos

Las llamadas neurociencias, nos indican que al contrario de la popular idea de considerar al cerebro como un eficiente ordenador o computador de aplicación general; es decir, unos mil usos que puede utilizarse para resolver cualquier problema. Esto es consecuencia de no considerar lo evidente: el cerebro se modifica y cambia en estrecha interacción con el entorno que el propio ser humano crea. Esta mutación y acomodación al entorno no altera su diseño ni crea estructuras nuevas. La que sufre modificaciones es su capacidad para resolver nuevos y complejos problemas, como resultado de la interacción de estructuras cognitivas con un entorno determinado, que es lo que llamamos aprendizaje. En su incesante actividad, el cerebro es una fábrica de confabulaciones y fantasías; así como de música, arte, mitos, religión e irrealidad. El cerebro es fundamentalmente un complejo dispositivo resultado de la selección natural, que está dedicado al servicio de un organismo vivo, La meta de todo organismo vivo, a lo largo de la evolución, ha sido y es la supervivencia. Eso es lo que nos enseña la biología, y sólo así podemos entender lo que bajo otras consideraciones no podríamos: que este órgano es capaz de suplir informaciones que le faltan recurriendo a la fantasía, la confabulación y la mixtificación con tal de asegurar esa supervivencia.

  • Fantasía: ficción, imaginación, inventiva, alucinación, ensueño, entelequia, espejismo, ilusión, presunción, utopía, quimera.
  • Confabulación: complot, maquinación, contubernio, conspiración, componenda, conchabanza, conjura, connivencia, intriga, maniobra.
  • Mixtificación: adulteración, falsificación, fraude, engaño, artificio.

Las emociones juegan un papel importantísimo en nuestra conducta, pero también en nuestras funciones cognitivas. La emoción es más antigua que la cognición y, desde luego, el organismo se fía mucho más de ella que de la racionalidad. Esto explica la irracional actitud del presidente ante situaciones que no entiende, no le gustan o que no quisiera que se dieran. Como un cerebro andante, nuestro particular, irascible y hepático presidente, es capaz de suplir informaciones que le faltan recurriendo a la fantasía, la confabulación y la mixtificación con tal de asegurar su supervivencia. La misión fundamental del presidente es: mantenerse en el puesto a toda costa, para ello dispone de una verdadera claque de mediocres incrustados en todos los organismos del Estado, cuyo resultado es una total cooptación del mismo.

Las cerebrales actuaciones de este cerebral presidente son dignas de ser incluidas en los record mundiales: colocar trescientas vacunas al chilazo, construir un tren rápido para unir a los 22 departamentos, un hospital de 300 camas que sería el orgullo de Guatemala, entre otras mentiras y disparates, todo esto producto de que, tradicionalmente en nuestras culturas occidentales, y también en las orientales, las emociones se han considerado siempre como algo inmerso en la razón, y, por lo tanto, es algo que debemos ocultar y reprimir como si fuesen vestigios de un pasado que quisiéramos olvidar. Pero, no dedicarle el tiempo y el esfuerzo necesario al estudio de este campo puede ser nefasto para la humanidad. Recordemos lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo cuando las emociones se desatan, y no hay razones o fuerzas que puedan controlarlas, como ocurre con las explosiones de agresividad, las guerras o las persecuciones por razones ideológicas, políticas, religiosas o étnicas.

También se escapan de la consciencia muchas otras funciones cerebrales. Como, por ejemplo, la memoria implícita, que es capaz de influir y alterar nuestra conducta de forma inconsciente. Por eso, la reconstrucción de los contenidos de la memoria, que solemos llamar recuerdo, está muy lejos de ser fidedigna, porque para el cerebro, lo mismo que para el presidente, es más útil una historia plausible y creíble que la propia realidad. Desde el punto de vista de las funciones cerebrales, poco importa cómo sea la realidad exterior, lo que al cerebro le interesa es más bien cómo puede utilizarla para la supervivencia del organismo. De la misma manera, al presidente no le interesa la realidad nacional; sino como se la presentan o supone. Este tema plantea problemas filosóficos, ya que no tiene sentido presentar una realidad externa, que siempre va a ser desfigurada por el cerebro o por el presidente, que nunca no la van a percibir tal y como es.

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