Es inevitable reflexionar sobre lo que cada cuatro años ocurre en este país dentro del contexto de las elecciones, lamentablemente desde que tengo consciencia no recuerdo que se haya dado un proceso electoral en el cual hayan prevalecido la transparencia y principalmente, que bajo toda esa cantidad de promesas tan siquiera alguna se haya materializado en un cambio real para la población.
También es inevitable sentir cierta desesperanza, al ver cómo las estructuras únicamente se han venido reacomodando para seguir en pie y que, en vez de sumar más personas, que como funcionarias estén del lado correcto, cada cuatro años es un ir y venir de tránsfugas que sin una pizca de vergüenza se venden al mejor postor, en este juego político “dinero mata discurso y convicción”.
¿Qué hace que no decaigamos a pesar de la hostilidad de este país colonial? Si algo he aprendido de la historia de los pueblos originarios es que hemos tenido la capacidad de persistir y de cambiar para seguir existiendo. Por supuesto que no todo cambio significa en sí mismo algo bueno, sin embargo, no todo lo que vemos es tal y cual parece, porque camuflarse es un arte que requiere de creatividad y estrategia; desestimar esto es tener una visión reducida de lo que significa resistir en un ambiente colonizado, donde cada ámbito de la sociedad está sujeta a esa historia de saqueo e invasión, que tanto insisten que olvidemos precisamente para condenarnos a la servidumbre y explotación por generaciones.
Con esto no quiero decir que toda persona “indígena” es “buena o correcta” por el hecho de ser “indígena”, ya que la idea que quiero compartir es que, el ser de este sistema colonial es esencialmente corrompedor, así fue como se desarrolló la forma de hacer política tras haberse invadido nuestros territorios hace quinientos años; en los textos coloniales y en estudios contemporáneos sobre esa época podemos encontrar que la forma de relacionarse entre colonos y encomenderos fue baste violenta y traicionera, al punto de que no era extraño “apuñalarse por la espalda” con tal de quedarse con los bienes del otro, lo cual podía incluir: tierra, indios esclavos y esposas.
No olvidar la historia nos permite comprender que para transformar la realidad social, política y económica del país es indispensable superar el modelo colonial sobre el que se sostiene el Estado, lo que implica también un cambio ético, que permita romper con las dinámicas clientelares y de servilismo que hace funcionar al sistema. La corrupción es innata al sistema colonial.
Aún falta camino por recorrer y esto no significa que hayamos perdido la lucha por transformar este país. Si algo nos demuestra la historia es que los pueblos no hemos esperado con los brazos cruzados a que el Estado colonial nos resuelva la vida, al contrario, hemos demostrado que la comunalidad es un principio fundamental de nuestra existencia.
Por supuesto que resistir no es suficiente, es por eso que no dejamos a un lado la posibilidad de ocupar el Estado para provocar un nuevo modelo y lo que hoy parece imposible mañana no lo será.