Rodulfo Santizo

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Guatemalteco, migrante, facilitador de procesos para fortalecer el tejido social, visor y monitor del bienestar social, multifacético, persistente, soñador por una Guatemala diferente, gestor en desarrollo.

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Las dictaduras son modelos de gobierno en los cuales todo el poder reside en un individuo, sus aliados, una élite o grupos criminales. Por ser regímenes de fuerza, la forma de la dictadura es susceptible de ser aplicada en el marco de cualquier tendencia política, de manera que han existido dictaduras de derecha y dictaduras de izquierda. Así, todas las dictaduras comparten algunos rasgos de los regímenes totalitarios. Para comprenderlo mejor, conozcamos las principales características de las dictaduras cercanas a nuestro país.

Las dictaduras son gobiernos de facto, es decir, gobiernos no muy reconocidos en el marco legal de un determinado Estado y, por lo tanto, no gozan de legitimidad política. Esto puede ocurrir de dos maneras: Como consecuencia de un golpe de Estado y por ocupación ilegal del gobierno, sean ante un vacío de poder o como resistencia al abandono del poder. Lo dicho implica que un líder democráticamente electo puede devenir en dictador si, una vez que el período ha llegado a su fin, se resiste a convocar elecciones libres, manipularlas, logrando cuotas de poder en el siguiente gobierno electo para mantener impunidad y protección y/o a entregar el poder al sucesor.

Ausencia de separación de poderes: La separación de poderes es suprimida durante los regímenes dictatoriales, sea bajo su eliminación abierta o bajo el control totalitario de todas sus instancias, típico ejemplo y coyuntura actual guatemalteca, donde todo el aparato institucional está bajo control de Giammattei y sus mercenarios.

Concentración de poder en una élite, ya que no existe separación de poderes en las dictaduras, el poder se concentra totalmente en el dictador y una élite privilegiada que ronda bajo el liderazgo del mismo.

Arbitrariedad: Las decisiones en las dictaduras son tomadas de manera arbitraria, desconociendo abiertamente el marco jurídico y el principio de separación de poderes. El dictador o la élite gobernante actúan de espaldas a la ley, dictan, interpretan leyes a fin de perpetuarse en el poder.

De todo esto se desprende que en las dictaduras no existe el Estado de derecho, esto es, el respeto al principio de que todos los sujetos de la nación, incluida la élite gobernante, son iguales ante la ley y deben responder ante ella. Por ende, para sostenerse en el tiempo, las dictaduras suspenden todo tipo de garantías constitucionales, sea de manera declarada o no.

Supresión de elecciones o manipulación de las mismas.

El dictador y su élite se atribuyen a sí mismos la capacidad de interpretar las necesidades del pueblo o, simplemente, actúan al margen de este. En tal sentido, las elecciones se suprimen o, dependiendo del modelo ideológico, se manipulan para garantizar un único resultado. Es el caso de los países en que el gobierno de turno controla a sus anchas las principales entidades en lo legislativo, judicial y ejecutivo, cooptando por completo, interpretando a su sabor y antojo las leyes e inventando argucias legales que les convienen.

Ilegalización de partidos políticos: en las dictaduras, los partidos políticos son vistos como amenazas, ya que son formas de organización y representación popular. Por lo tanto, los partidos suelen ser ilegalizados y los quieren llevar a que vivan en la clandestinidad. En regímenes híbridos, los partidos no son ilegalizados pero sí son perseguidos, amedrentados y lo peor judicializados.

Las dictaduras tienen como objetivo la acumulación de poder, dejando por un lado la legitimidad, los dictadores persiguen toda forma de oposición, y perciben toda crítica como una amenaza a su continuidad. Por lo tanto, en las dictaduras se practica la persecución política, la tortura y la desaparición de ciudadanos en manos de las fuerzas obscuras gubernamentales.

Duración indeterminada del gobierno en el poder: los regímenes dictatoriales tienen una duración indeterminada. Es decir, no son concebidos para dar paso a una nueva generación política, sino que resisten en el ejercicio del poder el mayor tiempo posible. Por ello, con frecuencia las dictaduras deben ser derrocadas mediante la revolución social donde la población cansada y harta de mucha injusticia y desigualdad decide manifestarse. Ha habido casos en la historia, sin embargo, en que las dictaduras han salido “pacíficamente”, pero siempre han sido presionadas por el sector militar, rompiendo el orden constitucional en el peor de los casos.

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