El avance de la llamada “inteligencia artificial” (IA), en realidad “modelos generales amplios de lenguaje (GoLLeM)” ha sido extraordinario en los últimos cinco años. Hoy son capaces de simular casi todas las facultades que antes eran cualidades exclusivas de los seres humanos. Ya no son solo “ayudantes” cada día más eficientes en las múltiples labores que les encomendamos, sino que poco a poco parecen estar en el camino de desplazar a los humanos en todo aquello que es “programable.” Paradójicamente son aquellas actividades más “animalísticas”, actividades que los animales y nosotros compartimos, las que son más difíciles de replicar por los modelos de IA.
Hoy quise realizar un experimento, quizás un simple “divertimento”, para probar la habilidad de un GoLLeM, General Large Language Model, en particular, el conocido como ChatGPT, pidiéndole que escribiera un cuento de Navidad y de Inocentes con una extensión de unas 700 palabras. He aquí lo que la IA escribió:
“Belén, hace 2000 años, cuando el invierno apenas rozaba la tierra y el cielo parecía inclinarse un poco más sobre los hombres, nació un niño en un establo humilde. Nadie lo supo de inmediato, salvo los animales que respiraron distinto y una estrella que decidió quedarse quieta, como si esperara algo. Aquella noche fue silenciosa, pero el silencio no duraría”.
“María envolvió al Niño con cuidado. José miró alrededor, consciente de que la pobreza no impide la esperanza. Afuera, los pastores velaban a sus rebaños y hablaban de cosas simples: del frío, del pan, del sueño. De pronto, una noticia corrió como un murmullo: había nacido un rey, no en palacio, sino entre paja. Los pastores fueron los primeros en creerlo, porque los pobres saben reconocer lo extraordinario cuando se presenta sin ruido”.
“Pero no todos recibieron la noticia con alegría. En Jerusalén, el rey Herodes escuchó hablar del niño y sintió miedo. Temió perder su trono, su poder, su nombre grabado en piedra. Y cuando el miedo gobierna, la razón se retira en silencio. Herodes no buscó al niño para conocerlo, sino para eliminarlo. Ordenó entonces que todos los niños pequeños de Belén fueran asesinados, para que ninguno pudiera ocupar el lugar que él creía suyo”.
La orden cayó sobre el pueblo como una sombra. Las madres abrazaron a sus hijos con fuerza, los padres miraron al cielo sin entender. Aquellos niños, que no sabían de reyes ni de amenazas, fueron arrancados de la vida antes de pronunciar palabra. La tradición los llamó los Inocentes, porque no habían hecho nada, salvo nacer en el tiempo equivocado y en el lugar donde la historia decidió pasar”.
“Mientras tanto, una advertencia llegó en sueños. José despertó sobresaltado y entendió que debían huir. Tomó al Niño y a María, y partieron en la noche, hacia Egipto, como tantos otros que han huido desde entonces. Caminaron sin mirar atrás, sabiendo que quedarse era morir. El Niño dormía, ajeno al peligro que lo rodeaba, y esa quietud era, en sí misma, una promesa”.
“Belén quedó atrás, envuelta en llanto. Las madres lloraron a sus hijos y sus gritos, dice la tradición, subieron hasta el cielo. No hubo consuelo inmediato, ni explicación suficiente. Solo quedó la memoria de esos niños, pequeños como semillas, pero eternos en el recuerdo. Con el tiempo, la gente entendió que su muerte no había sido inútil: se habían convertido en el primer testimonio del miedo que provoca la esperanza verdadera”.
“Los años pasaron. El niño creció lejos de Belén y luego regresó a su tierra. Habló de amor, de justicia, de un reino que no se defiende con espadas ni con órdenes crueles. Y algunos recordaron entonces a los Inocentes, y comprendieron que el poder que mata niños es siempre débil, aunque parezca fuerte”.
“Cada Navidad, cuando se encienden luces y se cantan villancicos, la historia se cuenta de nuevo, aunque a veces se oculte la parte más dura. Se habla del nacimiento, de la estrella, de los regalos, pero también —en voz baja— de los niños que no llegaron a crecer. Porque la Navidad no es solo alegría: es también memoria. Recuerda que la esperanza suele nacer en peligro y que, desde el inicio, fue perseguida”.
“Y así, los Inocentes de Belén siguen vivos en la tradición. No como víctimas silenciosas, sino como un recordatorio. Nos dicen que toda vida importa, que ningún trono justifica la sangre, y que la verdadera fuerza no teme a un niño en un pesebre. En cada risa infantil, en cada cuna, en cada Navidad celebrada con sencillez, su historia se renueva”.
“Porque mientras se recuerde a los Inocentes, el miedo no habrá vencido del todo. Y mientras se cuente la historia del niño que nació en un pobre y sobrevivió, la esperanza seguirá encontrando la forma de regresar al mundo”.
El GoLLeM sería un modelo de lenguaje grande de propósito general, diseñado no solo para generar texto, sino para razonar, planear, aprender de manera continua y transferir conocimiento entre dominios muy distintos, acercándose a una inteligencia artificial más general que especializada.
En resumen, GoLLeM no suele referirse a un modelo concreto, sino a una idea ambiciosa: la de un modelo de lenguaje verdaderamente general, capaz de funcionar como una infraestructura cognitiva transversal, algo así como un “cerebro artificial” entrenado con lenguaje, pero no limitado a él.







