Roberto Blum

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El Papa Francisco ha sugerido que Ucrania debe ya izar la bandera blanca e iniciar negociaciones con la Federación Rusa para lograr un cese a las hostilidades y alcanzar más tarde una paz justa. La respuesta del gobierno de Kiev no se hizo esperar. Contra toda evidencia, las autoridades ucranianas creen que aún pueden ganar la guerra contra una potencia como Rusia, quien, con 5 veces más población, una economía al menos 10 veces mayor y alrededor de 6,000 ojivas nucleares detenta una clara superioridad bélica. Esperar la victoria ucraniana en tales condiciones es una ilusión verdaderamente irracional y, quizá aún peor, criminal.

Si bien el gobierno ucraniano puede alegar que la justicia y la razón están de su lado, pues es evidente que Ucrania se encuentra combatiendo una guerra defensiva contra Rusia, un invasor al parecer injusto. Sin embargo, la justicia y la moralidad de las guerras son elementos mucho más sutiles que deben ser analizados con sumo cuidado dadas las terribles consecuencias y el sufrimiento que la violencia interestatal provocan.

Ante esta realidad, surge la necesidad de establecer principios éticos que regulen la conducta de los individuos y los Estados en tiempos de guerra. Es en este contexto donde la “Teoría de la Guerra Justa” emerge como un marco conceptual que busca justificar y regular moralmente el uso de la violencia en situaciones de conflicto.

La “Teoría de la Guerra Justa” tiene sus raíces en la filosofía moral y política de la antigüedad, particularmente en las obras de pensadores como Agustín de Hipona y Tomás de Aquino en la tradición cristiana y más recientemente en las ideas de Francisco de Vitoria y otros pensadores de la Universidad de Salamanca, así como en las reflexiones del filósofo Aristóteles o el político Cicerón en la tradición clásica. Esta teoría plantea los principios que deben regir las conductas en las dos situaciones bélicas: el jus ad bellum (derecho a hacer la guerra) y el jus in bello (lo que es justo hacer en la guerra).

El jus ad bellum establece las condiciones bajo las cuales una guerra puede ser considerada justa. Estas condiciones suelen incluir: a) que la guerra debe ser declarada y conducida por la autoridad legítima, b) que la causa sea justa, esto puede incluir la autodefensa contra una agresión armada, la protección de la población civil contra violaciones masivas de derechos humanos, o la restauración de la justicia después de una grave injusticia, c) Que haya una clara proporcionalidad en los medios, en otras palabras, los objetivos militares deben justificar el sufrimiento humano y los costos económicos asociados con la guerra, d) Que la guerra sea la última instancia, y e) que exista la probabilidad del éxito. Es esencial que debe existir una razonable probabilidad de que la guerra logre los objetivos establecidos. Emprender una guerra sin una perspectiva realista de éxito sería injusto y resultaría en sufrimiento innecesario.

Por otro lado, el jus in bello se refiere a los principios éticos que deben regir la conducta de los actores durante el conflicto, tales como: 1. La distinción entre combatientes y no combatientes. Los civiles y otros individuos no involucrados en el conflicto no deben ser objeto de ataques deliberados. 2. La proporcionalidad en el uso de la fuerza, es decir, se debe evitar el uso de fuerza excesiva o desproporcionada, y 3. Siempre se deben respetar los derechos humanos.

En la guerra justa no se deben utilizar medios prohibidos, se deben respetar las normas y convenciones internacionales que prohíben el uso de armas químicas, biológicas y nucleares, así como el uso de tácticas o estrategias que resulten en sufrimiento innecesario o desproporcionado. Es esencial respetar a los prisioneros de guerra y a los civiles. Los combatientes deben tratar humanamente a los prisioneros de guerra y proteger a los civiles de los efectos perjudiciales del conflicto. Esto implica proporcionar alimentos, atención médica y un trato justo a los prisioneros, así como evitar ataques indiscriminados contra la población civil, incluido usar la escasez de alimentos, medicamentos e insumos médicos como armas para someter al enemigo. Por desgracia, en el presente, algunos Estados están decididos a conducir “guerras totales” en las que no se respeta norma ética o moral alguna incluyendo el sitio y el bloqueo del territorio para provocar hambre y muerte en la población enemiga.

A pesar de su aparente solidez ética, la “Teoría de la Guerra Justa” ha sido objeto de numerosas críticas y desafíos. Uno de los principales cuestionamientos radica en la subjetividad inherente a la determinación de lo que constituye una justa causa para la guerra. Lo que puede ser considerado justo, por una parte, puede ser visto como injusto por otra, lo que abre la puerta a interpretaciones selectivas y manipulaciones políticas.

Además, la aplicación de los principios de la “Teoría de la Guerra Justa” en la práctica puede ser problemática. En muchos conflictos contemporáneos, la distinción entre combatientes y no combatientes se ha vuelto cada vez más imprecisa, lo que dificulta la aplicación del jus in bello y puede conducir a violaciones graves de los derechos humanos.

Otro desafío importante es la cuestión de la proporcionalidad en el uso de la fuerza. En un mundo donde el poder militar está cada vez más concentrado en manos de unas pocas potencias, la noción de proporcionalidad puede resultar obsoleta, ya que un estado con una capacidad militar abrumadora puede fácilmente aplastar a su oponente, incluso en respuesta a provocaciones menores.

La “Teoría de la Guerra Justa” sigue siendo un marco ético relevante para analizar y evaluar los conflictos armados en el mundo contemporáneo. Sin embargo, es importante reconocer sus limitaciones y desafíos.

En última instancia, la búsqueda de la justicia en la guerra debe ser acompañada por esfuerzos continuos para prevenir y resolver los conflictos de manera pacífica, así como por un compromiso renovado con los principios de la justicia y la igualdad en todas las esferas de la vida humana. Solo a través del diálogo, la cooperación y el respeto mutuo podemos aspirar a construir un mundo más justo y pacífico para las generaciones futuras.

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