José Roberto Alejos Cámbara
La semana pasada hablamos sobre los primeros pasos de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y sobre la libertad de palabra y de opinión que existía en ese entonces versus lo que en la actualidad sucede en el Pleno del Congreso de la República. Hablamos de cómo ha ido cambiado la ley para que, en teoría, funcione mejor el sistema democrático dentro del Congreso, sin embargo, eso no ha sido así, las cosas han cambiado, pero no para bien.
Cuando me retiré de la política, no imaginé que, al volver, aquellos espacios de participación y debate estuvieran ocupados por insultos, ofensas y acusaciones. Ayer se aprobó el presupuesto General de Ingresos y Egresos de la Nación para el año 2023 y todos, gracias a las redes sociales, fuimos testigos de una vergonzosa escena que es el reflejo de lo que ahora es el Congreso de la República, todos vimos a algunos congresistas, burlándose de todo … ¿del pueblo?
El presupuesto 2023 (115 mil millones 443 mil 737 quetzales) se aprobó sin mayor discusión, sin el mínimo debate, en medio de confusiones y trifulcas por parte de empleados públicos, aparentemente del área de salud, que protestaron para que la aprobación se diera “de otra manera”.
Al regresar en el tiempo veo como, durante la ANC, se abrieron las puertas y fueron cientos de audiencias para organizaciones, para personas en lo individual para que todos opinaran sobre el contenido de lo que sería la nueva Constitución. Fueron muchas horas dedicadas a escuchar a los sectores públicos y privados, a las universidades y a todo aquel que aportara y enriqueciera el proyecto constitucional. Las puertas estuvieron abiertas tanto a las reuniones preparatorias, como a las sesiones plenarias.
NO SE VALE que el proceso para aprobar el presupuesto de ingresos y egresos de la nación no surja desde la opinión de los Consejos Comunitarios de Desarrollo quienes son los que llevan las necesidades a los Consejos Municipales y estos a los Consejos Departamentales y finalmente estos las plantean a las dependencias estatales.
Las dependencias del Estado deciden qué incluir y qué no incluir, dependiendo de la proyección de ingresos. Esta ruta se caracterizaría por la discusión, por escuchar a la gente desde los Consejos hasta su llegada al Congreso de la República ¡Eso sería lo ideal!
En aquel entonces la costumbre era que la Comisión de Finanzas escuchara a todo el mundo con el fin de que, si algo no se hubiera incluido en su momento, fuera tomado en cuenta luego de ser expuesto con argumentos válidos, ¡los congresistas escuchaban!
Ayer fuimos testigos de la aprobación de un presupuesto que cuando llegó a la Comisión de Finanzas ya estaba definido. Un presupuesto que obtuvo, en 15 minutos, dictamen favorable sin que se dieran las discusiones pertinentes, sin escuchar a los Consejos, sin escuchar a la población, sin recibir opiniones y por supuesto, sin discusión dentro del propio Pleno.
Definitivamente seguiré diciendo que NO SE VALE que cada día haya menos discusión, menos diálogo y negociación. Que cada día haya menos explicación y que hoy tengamos un presupuesto alejado totalmente de la población y catalogado en más grande la historia del país; hoy solo podemos decir: “en río revuelto, ganancia de pescadores” … ya habré de explicar porque (Continuará)