José Roberto Alejos Cámbara
Aquel 5 de septiembre de 1980 la cotidianidad del día se interrumpió cuando a las 9:35 de la mañana fue detonada una bomba en el Parque Central, corazón de la ciudad capital. El hecho, que fue atribuido a los insurgentes, cobró la vida de siete personas, entre ellas, un niño. Los ventanales del Palacio Nacional y los de otros edificios sucumbieron ante la onda expansiva causando lesiones a empleados y a civiles. La gente corría presa del pánico y muchos lo hacían aun estando heridos, moviéndose entre decenas de automóviles prendidos en llamas y restos humanos esparcidos ¡El caos imperaba!
Las primeras informaciones, tanto de gobierno como de los medios de comunicación, aseguraban que el hecho fue una advertencia del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) por las acciones emprendidas por el Ejecutivo contra la insurgencia, y por el llamado del gobierno del General Fernando Romeo Lucas García a manifestar contra el comunismo y los subversivos.
A lo largo de la mañana, se dieron otras alertas similares en la Torre de Tribunales y el edificio de Finanzas Públicas, así como también en un supermercado en la novena calle. Por la noche, empresas de transporte sufrieron acciones similares y también se dieron muchas falsas alarmas, aumentando el pánico, que era el objetivo que deseaban alcanzar. Todo era parte de la ofensiva que mencioné en mi columna anterior.
El año 1981 fue similar. Era sensible la acometida de los cuadros urbanos de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URGN) mientras su contraparte, es decir, el Ejército, incurría en acciones que incluyó la muerte de muchos civiles. Hoy, esas acciones se clasifican como masacres y todo era el resultado del conflicto armado, iniciado en 1960.
Dado que el control estaba totalmente en manos de los militares, se había destinado al general Ángel Aníbal Guevara, como próximo presidente del país. Recuerdo que no había libertad de locomoción, ni libertad de pensamiento, tampoco libertad de prensa y menos libertad de expresión. Persistía un conflicto que nos mantenía en los titulares periodísticos del mundo y en la agenda política de países “poderosos”.
Fue difícil regresar al país y ver que los escenarios no habían cambiado, al contrario, estaban peor. Era palpable el descontento de los sectores y era evidente la destrucción física del país, una destrucción que nos hizo retroceder en el desarrollo. Había mucho daño en ambos bandos por una confrontación que era urgente ponerle fin y, era más doloroso, ver familias divididas por la pérdida de sus seres queridos.
Lejos ha quedado aquel 5 de septiembre de 1980, pero eso no impide preguntarse: ¿En dónde están quienes gobernaban en esa época? ¿Qué realmente provocó que el general Guevara no tomara posesión después de acreditarse el triunfo en las elecciones? ¿Qué pasó entre 1980 y 1982 que motivó a los militares jóvenes a propiciar un golpe de Estado? Muchos son los actores que continúan vivos y siguen vigentes en la vida política del país y, más aún, tienen protagonismo en los acontecimientos recientes.
Valdría la pena saber quiénes son, dónde están, qué ha sido de sus vidas y conocer cuál fue su actuación directa en aquel entonces. Suena tentador conocer quiénes de ellos fueron parte del cambio y quiénes pretenden seguir en la palestra, a pesar de ese pasado. (Continuará)