José Roberto Alejos Cámbara
Las relaciones entre personas pueden sostenerse de manera cordial y efectiva especialmente cuando media la confianza. A lo largo de la historia, en donde incluyo también a Guatemala, esa bonita costumbre de tener una relación con personas confiables o de respeto y que permitían acciones de mutuo acuerdo, triste y lamentablemente se perdió. Antes, una persona prestaba dinero a otra y bastaba un apretón de manos entre ambas para saber que existía plena garantía y seriedad en cuanto a la devolución con el añadido de un sincero agradecimiento.
Pero, cuando no se daba cumplimiento se acudía a los “testigos de honor” que se dedicaban a desprestigiar a quien evadía su responsabilidad; luego eso no bastó entonces hubo que dejar algo por escrito que se le llamo “pagaré” lo cual tampoco sirvió. Cuando se inventaron los cheques, servían de garantía e incluso llegó a existir el delito de estafa mediante cheque, que ahora los jueces no lo aplican porque, dada nuestra brillantez para interpretar la ley, el cheque es una garantía, pero de que hay una deuda y por deuda… no hay prisión. Entonces apareció la prenda, “te dejo esto y cuando te pague me lo devuelves”; siguió la hipoteca hasta por el 50% del valor de la propiedad y así podríamos seguir contando como las relaciones interpersonales se fueron destruyendo por falta de confianza, y estamos hablando de dinero.
Y si hablamos de política, todavía espero el apoyo de algunos miembros de mi partido para que me animara a ser candidato en la Constituyente. Dejando a un lado el desagradable tema del dinero, recuerdo a un diputado decirle a otro “No te vayas por ese camino que es peligroso, mejor vení vía Jutiapa” y hasta allí llegó su existencia. Años después, a otro diputado, yo invitado por primera vez la UNE, le avisaron que en la puerta le esperaban con un mensaje importante, y hasta hace poco allí estaba la placa en su honor, el mensaje fueron dos balazos que lo mataron.
Ingenuamente, cuando suponía que lideraba un partido político, después de abandonar la UNE, donde mandaba Sandra Torres, quise hacer una campaña diferente y giré instrucciones para no pintar piedras, carreteras y menos los árboles, sin embargo, en mi primera gira encontré todo pintado de morado. Enormes cuadros en Cuatro Caminos, solo como un ejemplo, y cuando pregunté, los diputados y hasta los candidatos me respondieron “Con esa forma de pensar de tu persona, no vamos a llegar lejos, pero no te preocupes, ¡Felipe nos dio para la pintura!”
No me importa que nadie se recuerde de que fui el primero en hablar de un Estado fallido y de la necesidad de su refundación, lo que preocupa es que aunque en la actualidad muchos coincidimos en que vivimos en un Estado fallido y que es urgente un nuevo sistema, la mala relación entre quienes constantemente nos dirigen, gobiernan, roban y mienten; y los que ahora estamos y los que siempre han estado en papel de ciudadanos comunes y corrientes, es mala. Y aunque hablemos de diálogo y estemos conscientes de su urgencia, ¿Quién convoca? ¿En quién podemos confiar para ponernos de acuerdo en por lo menos, cuatro o cinco temas esenciales? CONTINUARÁ