Reflexiones Dominicales

Colaboración especial para compartir con los parroquianos y, de paso, con algún sacerdote que pueda sentirse inspirado para su prédica dominical.

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Por: Lorenzo Fer 

Las lecturas de este domingo traen mensajes diversos, muy enriquecedores, pero que parecieran no guardar un vínculo entre sí. Sin embargo, con mucho detenimiento podemos descubrir un hilo conductor que es la acción de “escoger” y una vez se escoge ser congruente con ese camino seleccionado.

Primera lectura. Habiendo superado las penosas dificultades de su paso por el Sinaí, en un trayecto de 40 años (el maná, las codornices, la roca del agua, la columna de humo, el becerro de oro, las Tablas de la Ley, etc.), los hebreos llegaron a la Tierra Prometida. Moisés solo la pudo contemplar desde el monte Nebo, en la tierra de Moab (actual Jordania), frente a Jericó. Además, ya sus fuerzas iban menguando. Por eso nombró como sucesor a Josué, quien era además un consumado guerrero que habría de comandar la toma de Canaan. Como sucedió muchas veces durante la travesía, el pueblo se amotinaba y quejaba. Entonces Josué, preguntó al pueblo si quería servir a los dioses de los amorreos (Baal, Amurru, Marduk, o el becerro de oro, etc.) o bien servir a Yahvé. En otras palabras: escojan. El pueblo habrá contestado “nos extraña la pregunta”, “no vamos a abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor nos sacó de Egipto e hizo grandes prodigios para cuidarnos en medio de muchos pueblos”.

De esa manera, a pesar de que sentían el rigor de cumplir con la ley de Moisés, todos confirmaron su lealtad a Yahvé.

Salmo. En la lectura del Salmo 33 destaca la protección permanente de Dios hacia sus hijos. De las 5 estrofas que se recogen este domingo cabe mencionar la tercera: “Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”, y en la siguiente “Aunque el justo sufra muchas males, de todos los libra el Señor”. En ambos casos hace referencia a que, aún siendo fieles a Dios podrán venir pruebas (vaya si no) y uno tenga que “gritar” o bien “sufrir muchos males”. Los caminos de la fe conducen a la santidad pero no están exentos de desgracias y contratiempos. Pero eso lo entienden quienes han escogido el camino de la virtud. Los caminos de Dios son inescrutables, llenos de vericuetos, laberintos, recovecos que nuestra limitada mente no entiende por lo que debemos poner todo en manos de Dios.

Segunda lectura. En algún sentido se repite el concepto de “escoger”. San Pablo, en su carta a los Efesios hace referencia a la vida en matrimonio. Claramente es una escogencia personalísima. Acaso la más importante de la vida, tanto para el varón como para la mujer. El contexto en que Pablo hace referencia que las mujeres deben “ser sumisas” a sus maridos no ha dejado de tener validez, sencillamente se ha extendido en cuanto a que los hombres casados también deben “ser sumisos” a sus mujeres. Para ambos ser sumisos con esa otra

parte “como cuerpo suyos que son”. Por eso repite la sentencia bíblica: “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Gn., 2:24).

De nuevo, el hombre y la mujer escogen libremente unirse en una sola carne. Quien quiere dedicar su vida a la predicación y al servicio del prójimo, también es su libre elección.

Evangelio. Como una repetición, doce siglos después, del cuestionamiento que Josué hizo a los hebreos (ver primera lectura), aquí tenemos que muchos discípulos se quejaban de lo duro que era seguir las enseñanzas de Jesús: “¿Quién puede hacerles caso?” Jesús insistía que sus palabras son “espíritu y vida”. Y solo los llamados por el Padre aceptarían el mensaje: “muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mt. 22:14). “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11:28).

Por eso dice el texto: “muchos discípulos suyos se echaron para atrás y no volvieron a ir con él”. Así fue como escogieron. Otros se mantuvieron firmes en seguir a Jesús. Y usted, estimado/a lector/a ¿qué escogería?

La misma pregunta dirigió a los del círculo más íntimos, a los doce “¿También vosotros queréis marcharos?”

El impulsivo Pedro, como siempre, pegó un brinco y en nombre de todos respondió: “Señor ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”

Escogieron bien.

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