Guatemala está en la situación más crucial desde que la sociedad civil echó a Otto Pérez de la presidencia en 2015. Lo que ocurra en la segunda vuelta de las elecciones determinará si el Estado empieza a ser rescatado de las mafias corruptas, por la vía eleccionaria, o si entramos a una explosión social. Lo que es evidente es que no se tolerará la continuidad de la dictadura de la corrupción.
El camino al 20 de agosto no está expedito, porque el MP maniobra, pese a la firme y creciente condena nacional e internacional, para que la segunda vuelta no se realice, y las mafias corruptas, dirigidas por Giammattei, se mueven para consumar su “autogolpe”. El temor a un gobierno honesto, como el que sería el de Bernardo Arévalo, ha hecho que se rompa con la “legalidad” y “apego a la Constitución”, abusando de sus mandatos para realizar el “terrorismo de Estado judicial”. Creo, sin embargo, que la presión internacional es tan fuerte, con Estados Unidos del lado del respeto de la voluntad ciudadana, que todas las maniobras de Porras y Curruchiche no impedirán la segunda vuelta entre UNE y Semilla.
Con vigilancia internacional y presencia de la ciudadanía en las calles, la indignación popular contra la dictadura de la corrupción, a la cual se ha aliado Sandra Torres, será reflejada en votos honestos que elegirán a Bernardo Arévalo. Se derrotará a Sandra, a pesar del pactado apoyo de “Vamos” y personajes en el gobierno, con acarreos, compra de votos, alineamiento de alcaldes e intentos de fraude en las urnas y electrónicamente.
¿Qué vendría después? Las mafias corruptas desconocerán los resultados y denunciarán fraude, con acusaciones montadas por el MP. Pedirán a las cortes que anulen la victoria de Semilla y Arévalo, utilizando el retorcimiento de la ley y confiando en que las y los magistrados les respalden. La presión internacional y de la ciudadanía en las calles superará al Estado secuestrado; pero las condiciones estarán dadas para el “cuartelazo”, con un ejército “obediente y no deliberante”.
Se ha empezado a forzar, desde ahora, la intervención de las fuerzas armadas, ya sea que se dé a plazo corto o en los días siguientes a la segunda vuelta. Se buscarán toda clase de excusas para venderles la idea a las capas medias y clase dominante, aduciendo comunismo, destrucción de la familia, eliminación de la propiedad privada de vivienda, la nacionalización de todos los medios de producción, eliminación del ejército, impotencia ante la violencia y demás mentiras. El gran freno será EE. UU.; ningún golpe militar ha sido exitoso en América Latina, sin contar con su luz verde (sólo las revoluciones dejan a un lado el imperio). ¿Podrían las y los corruptos seguir gobernando, ignorando a la comunidad internacional, a la cual ya han acusado en la OEA de “injerencia extranjera”? Estoy convencido que NO.
La ciudadanía iría al estallido social, los paros nacionales sucesivos y, eventualmente, la revolución, sin que el régimen pudiera justificar su agresiva represión. La Resistencia de hoy será Victoria en agosto, para iniciar en enero el desmantelamiento completo de la “maquinaria de la corrupción”.